Se sienta sobre la escala de bomberos. Toma agua una, dos, tres y las veces necesarias para rehidratarse. Su mirada en el cielo mientras respira profundamente. Su casco dice “RESCUE”, rescate en español. Y lo logró, lo rescató.
Él es Luis Alberto Villanueva, el bombero que impidió el suicidio en Los Arcos de Querétaro el 17 de octubre, donde más de 30 de sus colegas colaboraron en la cobertura de dos horas y media.
Ser bombero rescatista es una tarea muy complicada.
Las emergencias se presentan en diferentes escenarios y situaciones en donde, dependiendo la capacidad de cada elemento, es como se asignan tareas. Luis Alberto fue el encargado de esta misión. Su complexión y habilidad en este tipo de emergencias le dieron la batuta de subir a más de 30 metros de altura y lidiar con la persona que se encontraba vulnerable.
“Al inicio, como toda emergencia, sientes miedo, lo más difícil es hacer contacto con él, una vez que ya te dio su atención empiezas a hablar y ganar confianza en tu terreno de trabajo, había gente que gritaba cosas a favor y cosas en contra, esto no nos favorecía ya que él nos decía mucho ‘que ya que se callen, ya me quiero aventar’, se alteraba bastante”.
En este escenario, la gente fue de gran influencia, se concentraban en masa y había gritos, pláticas y murmullos: “si tienes los ‘suficientes’ ya lánzate de una vez…”, “ya baja, hermano, te queremos…”, fueron algunos de los gritos anónimos.
Portales informativos transmitiendo en vivo, televisoras y periódicos estaban presentes. Miradas y celulares apuntando hacia arriba en todo momento. Todo un espectáculo para algunos, para Luis era un retroceso en su labor de convencimiento.
“Él me decía ‘no te acerques’ pero debes irte ganando su confianza y así fui subiendo peldaño a peldaño hasta llegar a la cima. Un vez estando en la cima nos regalamos nuestros nombres. Contamos lo que hacía, a qué se dedicaba, supimos un poquito más de su vida. Ya después le preguntamos si necesita algo en estos momentos, aparte de la solicitud principal por que por algo estaba ahí arriba. Sí, regálame un cigarro, me dijo. Tú no te niegas, en ese momento es para ganar más confianza. Le regalamos un cigarro, tuve oportunidad de fumarme una fumada ahí arriba por que al final de cuentas también es nervioso para mi como para él, es trabajar psicológicamente él y yo”.
El trabajo físico y psicológico es arduo en todo momento. “Siempre tienes miedo porque trabajas con tu vida. Obviamente no tomas agua, no comes, te deshidratas en estar subiendo y bajando equipo (…) Habían momentos en que tenia qué cambiar de pierna por que se te dormía, tenía qué cambiar posiciones. En todo momento es cansado”.
Dos cigarros mentolados, un encendedor blanco y una paleta de corazón fueron las cosas que solicitó y le llevaron al de los Arcos. “Ya cuando te ganas la confianza sabes cómo va a reaccionar. Poco a poco fue cediendo hasta que literalmente dejó el cuchillo en los arcos y lo invitamos a bajar. Una vez que se quitó el arma blanca el 70% del trabajo está hecho, ya solo es cuestión de bajarlo”.
Agregó que “hubo un momento donde allá arriba pude estrechar su mano, pude saludarlo bien. Cuando él te pregunta cómo me puedo bajar sin que me pase algo, es cuando entra el rescate técnico: “yo te voy a ayudar, yo te voy a decir cómo te bajes”.
Luis cierra su narración sobre este episodio: “hice un arnés a su cuerpo, lo anclamos, lo aseguré a la escala y a mi. En un caso mayor que cambiara de opinión y se quisiera aventar estaba completamente asegurado y ya no podía caer. Ya en la base, nos dimos un abrazo donde me dio las gracias y eso es lo más satisfactorio. Es una vida más que va a estar aquí con nosotros.
“Me da mucho gusto que haya cedido y esté con bien esa persona. Al inicio perdí el tiempo, ya cuando bajé me comentaron que fueron más de 2 horas, pero mil veces que sea tardado y que haya salido bien, tanto que nuestro trabajo esté bien como que él esté bien”, concluyó.