El padre Arturo González Mancilla, originario de Tequisquiapan, es uno de los 30 sacerdotes que acompañan a los peregrinos hacia la Basílica, caminando y ofreciendo sus servicios de confesión y escucha a los miles de peregrinos.
Arturo González Mancilla es presbítero en estudios y originario de la comunidad de San Nicolás en Tequisquiapan. Ha sido sacerdote durante diez años y comenzó su camino en el seminario a los diecisiete años. Con 39 años de edad, menciona que ha dedicado cerca de once o doce años a su formación sacerdotal.
Este es su tercer año como peregrino, caminando ya como sacerdote. Durante la peregrinación, acompaña a los fieles desde Landa de Matamoros, participando en las jornadas de la Sierra.
González Mancilla destacó la riqueza espiritual de la peregrinación y la oportunidad que brinda a los peregrinos de encontrarse con Dios. Durante esta semana, muchos peregrinos aprovechan para confesarse y sanar situaciones personales y familiares.
"Este es mi tercer año como peregrino, caminando ya como sacerdote y yo desde que conocí la peregrinación veo que es una riqueza espiritual muy grande. Y a mi me impresiona mucho la oportunidad que tienen, en este caso, los varones, pues de encontrase con Dios. A mí me impresiona mucho que se acercan, se confiesan; pues cada uno trae su vida, sus historias".
El padre Arturo resalta la importancia de las confesiones en este periodo. Aunque no lleva un conteo exacto, menciona que la fila para confesarse es constante y extensa.
Las confesiones se realizan en dos momentos del día: durante la misa y en las tardes, cuando los peregrinos llegan a descansar a las parroquias. Hasta treinta sacerdotes se dedican a confesar a los fieles, quienes aprovechan para reconciliarse con Dios.
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Desde la Sierra, han estado presentes seis sacerdotes, y muchos peregrinos han aprovechado la oportunidad de confesarse. El padre Arturo invita a todos a conocer esta experiencia espiritual y a reavivar su fe. Considera que la peregrinación es una oportunidad para reencontrarse con Dios y con la iglesia viva, la iglesia pueblo, representada por la multitud de peregrinos.
El padre Arturo comenzó a peregrinar como seminarista, inicialmente como una misión obligatoria. Sin embargo, con el tiempo y ya como sacerdote, su perspectiva cambió, encontrando motivación en el acompañamiento espiritual que puede ofrecer a los peregrinos.