Cae la noche y decenas de brigadistas de distintas comunidades del municipio de Huimilpan siguen llegando con palas, machetes, picos y bidones de agua para combatir el incendio de “La Peña del Cristo Dormido”, que desde el domingo se ha hecho presente.
Han transcurrido más de 48 horas y ya son evidentes los kilómetros y kilómetros de cerros cenizos. Además de las llamas y el humo, las caras de desesperación son visibles, pues sin importar la hora suben en cuadrillas para intentar mitigar el fuego.
La capacidad de reacción del pueblo huimilpense emociona pues vemos jóvenes, señores, señoras y hasta niños que se han organizado para salir e intentar detener el desastre, organizados en grupos de WhatsApp o Facebook. No se ven bomberos o gente de protección civil, es meramente el pueblo intentando salvar sus cerros.
Son las 7 de la noche y sale una brigada más desde la comunidad de El Granjeno. A esta llegaron alrededor de 5 camionetas, ya que los carros compactos no pueden subir por la inclinación y superficie del camino. Las ganas de llegar para acercar agua y alimentos no tiene límites, pues algunos arriesgan sus vehículos intentando subir en ellos, quedando atascados a medio camino.
Al llegar al punto donde se termina el camino, es necesario dejar los vehículos, tomar las botellas, garrafas y bidones de agua para comenzar a caminar por una hora y media cuesta arriba entre peñas, espinos y cactáceas. Cargados en hombros o como se puede, vemos a los voluntarios a lo largo del camino, guiándose únicamente con la luz de la luna o las lámparas que se ven a lo lejos para alumbrar su camino.
La arena y piedras sueltas dificultan el andar pues los resbalones son constantes. Una familia de la comunidad de La Peña (papá, mamá y sus dos hijos), han puesto su camioneta a disposición de las brigadas, para subir a tantos quepan en ella. Motivados por la tristeza de ver cómo se consumen los pocos recursos naturales que nos quedan, están aquí para colaborar en todo lo que puedan.
De igual manera, en la batea de su camioneta, otra familia de la comunidad de Ceja de Bravo, vienen bien preparados con mochilas extintoras, especiales para apagar incendios forestales, las cuales compraron apenas hace unos días por internet y justo les han llegado, las estaban esperando para salir en voluntad de apoyar en la extinción de las lumbres.
Ya estando arriba, donde el humo no deja ver y las brasas calientes en el piso dificultaban aún mas el seguir avanzando, se escuchaba cómo el aire entorpece el trabajo realizado, reavivando las llamas hasta alcanzar tamaños considerables, con un rojo vivo. Se oye como todo aquello se quemaba, duele ver las siluetas de grades árboles ser alcanzadas por grandes llamaradas, hasta ser tirarlas de lo chamuscadas que quedan.
Son las 2:30 de la mañana y aún se ven luces en el cerro, en señal de que aún hay gente que lucha para extinguir el ardor que acaba con lo suyo. Otros más ya van de regreso, agotados pues la llevan más de 24 horas en la lucha.