“Marco Antonio iba por un sueño que se convirtió en tortura” afirma Angélica María, una madre queretana que desde hace más de tres años no ha parado de buscar a su hijo que desapareció en la frontera con Estados Unidos; ni el coyote, ni las autoridades le han dado razón de su paradero mientras ella se muere de angustia por no saber nada de él.
Marco Antonio Pérez Elías, un joven originario de la comunidad de Atongo en El Marqués, salió de su casa el 10 de julio de 2020 para buscar el sueño americano. La súplica de Angélica a la virgen por una señal de su hijo no ha sido respondida. Las lágrimas se mezclan con el relato de una madre que solo anhela conocer la verdad. Su desesperación crece al recordar las palabras del “coyote” quienes, al parecer, fueron los últimos en ver a Marco con vida.
“Él iba con dos chicos, se fue un viernes y ese mismo día en la tarde habló diciendo que estaba bien, que ya estaba en la frontera. El día sábado me marcó diciendo que iba a intentar cruzar ese mismo día más tarde. El domingo 12 de julio del 2020 a las 10:59 recibí un WhatsApp con un audio de mi hijo donde decía que me cuidara mucho, me lo repetía muchas veces”, a partir de ahí no volvió a saber más de él.
En ese momento sintió que algo no estaba bien por lo que decidió ir a buscar a la esposa del “coyote” para preguntarle si tenía alguna información. Se negaron a dársela. Pasó poco más de una semana de aquél último mensaje cuando se reunió con “el coyote”, pues acaba de regresar de la frontera, le dijo que su hijo se quedó en el camino, que ya no quiso caminar y que “no llevaba niñera”, que él no eran responsable de cuidarlo.
Está historia se une a las más de 111,000 personas que han desaparecido en la frontera con Estados Unidos, según datos de la Fundación para la Justicia que revela una trágica realidad. Entre los estados más afectados para los migrantes se encuentran Tamaulipas, Baja California y Sonora, según datos actualizados en agosto de 2023.
“Yo les he rogado, les he suplicado que me digan qué fue lo que pasó o dónde se quedó para ir a buscarlo porque la frontera es muy grande, no sé dónde buscarlo. No sé dónde está mi hijo. Todos los días le ruego a la virgen que me dé una señal de mi hijo. Jorge Pérez Martínez y Diego Armando Martínez Varela, son quienes iban con mi hijo, son las personas que vieron por última vez a mi hijo”, señala Angélica María.
Las lágrimas inundan los ojos de Angélica mientras abraza con fuerza la chamarra que pertenecía a su hijo. "Hoy les pido ayuda para encontrar a Marco Antonio. Él iba por un sueño que se convirtió en tortura. Tomó la decisión de buscar el sueño americano, pero desde el 12 de julio de 2020, no sé nada de él", ruega Angélica.
Las autoridades han sido testigo de la desesperación de Angélica, quien ha acudido a la Fiscalía de desaparecidos, la Comisión Nacional de Búsqueda, Migración y el Consulado. Sin embargo, las respuestas han sido evasivas. Ninguna instancia ha logrado dar luz a la desaparición de Marco. Las páginas de Facebook destinadas a la búsqueda de desaparecidos tampoco han proporcionado consuelo.
“No hay palabras para explicar el dolor de una madre”, exclama Angélica entre sollozos. Su vida gira en torno a la incertidumbre, a la falta de respuestas. El tiempo no ha borrado el amor de una madre que espera, que llora, que clama justicia.
En su búsqueda incansable, Angélica revela que incluso la tecnología ha sido insuficiente para dar con el paradero de su hijo. Las llamadas, la última ubicación, las últimas conexiones telefónicas; todo se convierte en un laberinto burocrático. La madre implora por una carpeta de investigación en Querétaro, pero le dicen que debe hacerlo en el lugar donde se perdió, un lugar que desconoce en la vastedad de la frontera.
Preguntas sin respuestas atormentan a Angélica: ¿dónde está su hijo?, ¿qué le pasó?, ¿sufrirá?, ¿regresará? Las lágrimas y la chamarra apretada son testigos mudos de la agonía que vive diariamente.
“Si yo hubiera visto el cuerpo de mi hijo que murió, fuera diferente, no digo que no me dolería, pero al menos sabría en dónde está, es una angustia, una desesperación… Él iba por tres años, ya pasaron los tres años y mi hijo no regresa”
Este caso personal ilustra la realidad de las 111,000 heridas abiertas en México. Más allá de las cifras, por que no todas están contabilizadas, cada desaparición representa una tragedia que afecta a familias enteras. La desesperación de Angélica refleja la impotencia ante un sistema que a menudo no ofrece respuestas, dejando a las madres como ella en una búsqueda interminable en un país marcado por la violencia y la colusión.
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