Un día como cualquier otro, zona centro de la ciudad; paradas de camiones, calles transitadas, ciudadanos apresurados, parejas, niños y adultos, ancianos, mujeres, payasos, vendedores...a todos les toco vivir en tiempos de pandemia, pero cada quien lo hace a su manera.
La medida de prevención más básica contra el Covid-19 y la primera en darse a conocer fue el uso de un simple cubrebocas. Desechable de a 5 pesos o “de 3 capas” que nadie sabe cuales son pero que cuesta 80 pesos. De colores, bordado, sucio, con estampado “del joker” o sobre el maquillaje de un artista callejero o de una dama, los hay para todos los gustos y precios.
Encontramos al payaso con su kn94 certificado para subirse sin tanto riesgo a contar chistes al camión, al guitarrista con un cubrebocas barato pero efectivo, también al padre que lo usa y se lo pone a su hijo como a la madre que lo usa pero no se lo pone a la niña que carga en brazos.
Vemos un cubrebocas cubriendo...la barbilla de un anciano y otro más tapando el cuello de una dama, a un vendedor que predica con el ejemplo y ofrece promoción al grito de “llévelo, llévelo, bara bara”... allá viene el caballero apresurado, pero no para comprar uno sino simplemente va pasando con gorra del partido político “de moda” pero no con cubreboca y detrás le sigue la dama de lentes y labios pintados y la señora que camina tocándose la cara con sus manos desnudas, sin guantes ni cubrebocas...cada quien a su manera, viviendo en la pandemia.