Los albañiles se dividen en diferentes rubros y es que están los maestros, peones, los especializados acabados y el grupo de “boteros” que son quienes suben y bajan por una rampa improvisada con vigas de madera y peldaños del mismo material, sin barandales ni protección alguna cargando al hombro una cubeta de veinte libros de mezcla.
La mezcla consiste en revolver distintos materiales: por cada bulto de cemento de cincuenta kilos hay que agregar cuatro botes de arena, cinco de grava y 1 y medio botes de agua. La construcción es una actividad donde el riesgo está presente en todo momento, como lo es la cuchara o el nivel.
Es un trabajo duro donde el esfuerzo físico es elemental pues como en cualquier obra, de ellos depende el ritmo eficiente del colado. Si se atrasan, alargan el proceso agotador e imparable.
El tiempo es variado pues depende de la cantidad de metros cuadrados y el nivel de pisos que deberán subir el acarreo. Después de horas de ir y venir de los “boteros” se vuelve una danza repetitiva a un ritmo constante que raramente es interrumpido. Cada impulso de subir la cubeta para elevarla al hombro conlleva resistencia en todo el cuerpo. En promedio cada uno de ellos levanta en cada ascenso entre quince a dieciocho kilos.
Al finalizar, en recompensa y agradecimiento se acostumbra festejar con una comida y por supuesto algunos cartones de cerveza que corre por parte de quienes los contrataron . El esfuerzo puede no corresponder a la cantidad de dinero recibido pero es una actividad que aseguran los mantiene en movimiento además de que el pago es inmediato al concluir su trabajo.