Cada año miles de queretanos emprenden la peregrinación a pie de Querétaro al Tepeyac, una tradición que refleja su profunda fe y devoción. A través de los testimonios de algunos de estos peregrinos, se puede entender la importancia y el significado de esta caminata.
Desde temprana edad, muchos como Alberto García Rivera, ahora de 72 años, se iniciaron en esta tradición familiar. Aunque ya no puede caminar debido a problemas en las rodillas, Alberto continúa participando activamente en el espíritu de la peregrinación, acompañando con sus oraciones desde Querétaro.
"Me iba con el grupo de la Divina Pastora. Nací en San Francisquito. Mi padre me enseñó el camino y me llevó desde chiquito, 14 años, a peregrinar, era cuando no había ni maleteros ni nada, aún se usaban los burros y él me llevaba cargado cuando me cansaba. Desde entonces mi hermano y yo somos peregrinos. Él aún es peregrino, recibió su medalla de 50 años. Yo dejé de ir por mis rodillas, se me acabó el cartílago de las rodillas y no pude caminar".
María Guadalupe Juárez Martínez, otra ferviente peregrina, relata con emoción cómo cada año el camino hacia el Tepeyac significa una renovación espiritual profunda.
Para ella, caminar es una forma de adoración a la Virgen, una oportunidad para dejar atrás preocupaciones y enfermedades, concentrándose únicamente en la fe y la comunión con sus compañeros de peregrinación.
"Yo no tengo decanato, me iba en los números. Siempre pertenecimos a la Pastora, pero yo era convenenciera, había a veces que ellos iban atrás y yo me iba adelante, pero duré 24 años. Comencé con mi mamá a los 8 años. Cuando comenzó Simonita, si alguien la reconoce y se acuerda de ella, hagan una oración. Ella nos decía que caminar es adorar a la virgen, el cantar y rezar sus tres rosarios. Yo nunca me cansé y mi deseo es irme este año".
Esta experiencia es compartida por Adrián Flores, quien lleva 33 años participando en estas jornadas espirituales junto a su familia. A pesar de las dificultades de la vida, la peregrinación representa un momento de paz y conexión con lo divino, una tradición que ha logrado mantener viva a lo largo de los años.
"Para mí peregrinar es una cosa maravillosa estar en paz con Dios. Mi familia es peregrina también. No solo al Tepeyac, hemos ido a Tlalpujahua en Michoacán también. Este año por accidente no podré ir. Genera tristeza, desesperación, porque uno está acostumbrado año con año y sí se siente mal uno. Mis dos hijos y hermanos también van. Nosotros salimos de Amealco"
La peregrinación no solo fortalece los lazos familiares y comunitarios en Querétaro, sino que también crea un sentido de unidad entre miles de corazones que comparten un propósito común: honrar a la Virgen de Guadalupe.
Roberto, de 43 años y con 12 años de experiencia como peregrino, perteneciente al decanato de San Miguel Arcángel, Carrillo, refirió que para él la peregrinación "es algo chingón", una situación que comparte con familia, quien refirió ha aprendido el valor de la hermandan al ir cada año a peregrinar.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
"Una peregrinación es algo chingón. Yo soy de Santa María Magdalena, pero soy de la parroquia de San Miguel Arcángel, del decanato de San Miguel. Voy con mi familia, mis suegros. Me sorprenden los señores que caminan y caminan, sobre todo de la Sierra. Es de lo mejor que me ha pasado en la vida, así te lo digo. Sólo quien ha estado ahí frente a la virgen, sabe lo que se siente".
A través de cada paso de los miles de peregrinos que recorren más de 200 kilómetros, se refleja una conexión profunda con lo espiritual y una tradición que perdura a lo largo del tiempo.