Los valores y costumbres que los padres heredan a los hijos se fomentan todos los días, pero también hay actos que por más sencillos que parezcan dejan marcada una huella imborrable en la vida y se llevan siempre en el recuerdo; esto se observa en la peregrinación masculina donde hay padres, abuelos y tíos, que van acompañados de sus hijos, todos con la firme convicción de transmitir un poco de la fe con la que cada año caminan hacia la Basílica de Guadalupe.
Destacan de entre la columna y la obscuridad de la madrugada pequeñas siluetas, niños a los que los sombreros amplios les quedan grandes, sus mochilas abarcan la mitad de su cuerpo, dan el doble de pasos para seguir el ritmo de la marcha.
Adán Rivera inició la peregrinación desde San José Iturbide, salieron el jueves por la madrugada, lo acompaña su pequeño hijo del mismo nombre quien con tan solo nueve años, vive por primera vez la experiencia de caminar rumbo al Tepeyac.
“Viene bien, muy contento con nosotros, es la primera vez que viene a la peregrinación, es una tradición muy bonita ojala que le guste, es su primer año y espero que siga cada año”.
El pequeño Adán marcha delante de su papá y con pocas palabras pero con el semblante firme asegura que está contento de acompañar a su papá y a sus tíos en la peregrinación, “me siento bien, me gusta, yo quise venir, me siento emocionado de llegar”.
Los niños peregrinos son un grupo que poco a poco va creciendo al igual que su fe, llevados en un principio por sus padres o abuelos, sorprende ver a menores desde los cinco hasta adolecentes de 16 o 17 años.
El mismo obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez ha notado la presencia de los niños y reconoce esta labor de evangelización al interior de las mismas familias.
“¿Dónde aprenden eso los niños?, los niños lo aprenden de los adultos y de preferencia lo aprenden de su papá, quizás muchos niños, como hemos sido testigos, vienen acompañando a sus tíos o algún familiar, gracias por ese ejemplo que les dan, por esa protección que les brindan y por tomarlo de la mano, no solo físicamente sino espiritualmente porque cuando a un niño lo tomas de la mano estas comprometido para guiarlo por el buen camino y la peregrinación siempre es un buen camino”.
El camino es largo, aún falta una semana para llegar al Tepeyac, pero los grupos que salieron de Querétaro van con mucho entusiasmo y devoción, principalmente los que van con niños.
Ernesto Orduña es originario de Querétaro, lleva a un grupo de cinco niños, dos son sus sobrinos y ellos a su vez invitaron a sus primos, van todos entusiasmados y muy alegres.
“Cada año vamos, ya de unos es su primer año, son primos de ellos y los demás ya llevan cuatro o tres años, es fomentarles la fe y saber que nuestra santísima madre y nuestro señor Jesucristo siempre están presentes en nuestra vida porque por ellos estamos aquí, tiene más energía que uno, mientras vayan entre ellos siempre se van apoyando eso hace más bonita la experiencia”.
Los motivos son infinitos, promesas, salud, trabajo, fe, amistad, amor, pero lo principal es la familia, todos van y piden por sus familiares, hijos, madres, hermanas, tíos, abuelos.
Aunque no hay una cifra oficial de cuántos niños son van en la peregrinación, algunos de los organizadores y presidentes de los decanatos estiman que de las columnas de la sierra y las de Guanajuato y Querétaro, por lo menos hay unos mil 500 menores.
José Domingo Rodríguez, lleva a sus dos nietos, ya llevan tres peregrinaciones y parece que van a continuar con esta tradición, “traigo a mis nietos para que sigan mis pasos, llevo 23 años, ya van dos años (Javier) y tres años el otro (José Guadalupe), este tipo de fe se las trasmito para que se vayan formando, mi primer año fue en 1998 me gusta compartirlo con mis familia”.
Javier de 10 años, está en su segunda peregrinación es breve de palabras pero asegura que va contento “si me gusta venir, más con mi hermano”, mientras el pequeño, José Guadalupe es más sonriente y fluido al hablar, “tengo ocho años, bueno ya casi nueve, venir en la peregrinación se siente bien, les invito a otros niños a que vengan”.
Monseñor Armendáriz Jiménez pidió en especial por niños y jóvenes, para que sigan firmes en esta convicción de realizar el camino cada año hacia el Tepeyac, pues la única manera de que la tradición viva en la comunidad.
“Desde la madrugada los niños van recorriendo este camino con sus papás y más de uno ha recorrido este camino con sus padres a lo largo de la vida, encontraron esa alegría y ese gusto por ser peregrinos, hoy los recordamos a todos ellos vivos y difuntos y les agradecemos dar ese testimonio de fe a sus niños que van aprendiendo poco a poco a postrarse en el Sagrario, a venerar a la santísima virgen de Guadalupe, por eso siempre invitaremos a los jóvenes, niños y adolescentes a seguir un buen camino porque Dios los recibe”.