Los cerillos “se apagan” con la ley antibolsas

por Patricia López Núñez

  · jueves 9 de agosto de 2018

Cayeron los ingresos de los empacadores. Foto: Yolanda Longino/OEM

Hasta 40% cayeron los ingresos de las personas de más de 60 años que trabajan como empacadores en centros comerciales y tiendas de autoservicio. Sin pago fijo de los lugares en los que trabajan, porque su presencia ahí es voluntaria, desde el 1 de agosto ven que los clientes ya no les dan dinero porque portan sus propias bolsas o se llevan los productos en los carritos.

Son personas adultas mayores que trabajan turnos de cuatro horas y antes de la prohibición de las bolsas de plástico en el municipio de Querétaro, ganaban hasta 250 o 300 pesos en un buen día. Ahora se llevan menos de cien pesos o 150 por ayudar a algunas personas a meter los productos en los carritos o llevarlos hasta sus automóviles en los estacionamientos.

Depende de todos los queretanos que sea un éxito en esta medida que es por el bien de todos. Foto: Fernando Reyes.

Las tiendas de autoservicio no les dan salario ni prestaciones. De hecho, en algunas les piden que sean jubilados y pensionados con Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) o Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) o que tengan algún sistema de atención médica personal por si se sienten mal durante sus jornadas de trabajo.

Un recorrido de Diario por Querétaro por tiendas de autoservicio confirmó que sus ingresos por día bajaron y en algunos casos los clientes “se hacen los graciosos” y les dicen que qué van a hacer ahora que no se ocupan sus servicios.

Por tienda, hay entre 40 y 60 personas adultas mayores que trabajan en distintos turnos de cuatro horas. No reciben más sueldo que la propina que les dan los clientes y muchos de ellos llegaron a las tiendas porque acudían a los centros de día de los sistemas para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) donde suelen colocar los anuncios de que ocupan empacadores voluntarios.

Así llegó Moisés Rodríguez Rivera, quien toda su vida fue albañil pero le empezó a faltar trabajo. A sus 73 años de edad vio el anuncio en el DIF y al otro día se presentó en la tienda donde la contratación fue inmediata. Reunió “unos cuantos requisitos”, le pidieron acudir con su ropa “tipo uniforme” y le dieron “un mandil”. “Al principio me desanimé porque no sacaba ni cien pesos, pero luego me fue bien, hasta 150, 200 pesos”.

“A veces llenamos carros y ni las gracias dan, hay otras que dos o tres cositas que empacamos nos dan 5, 10, 15, 20 pesos. Yo tengo una pequeña pensión, el DIF me da una despensa y de aquí me sacan de apuros, es para comer mi esposa y yo, ya sólo estamos ella y yo, mis tres hijos ya formaron su familia”, dijo.

Moisés tiene 12 años de trabajar como empacador. Siempre en el primer turno. Como es un trabajo voluntario, la gente se queda el tiempo que se quiera quedar. Algunos se van al poco tiempo porque no les conviene. Otros, como él, que tienen su pensión, aguantan mucho más tiempo porque les significa un ingreso extra.

Pueblito es de quienes más recienten la prohibición de las bolsas. Con 70 años de edad, es viuda desde hace 20 años y no tiene pensión, ni jubilación. Toda su vida trabajó en el aseo de una escuela y en una cocina económica para mantener a sus cinco hijos.

“Ya mucha gente no da dinero, lo de las bolsas nos afectó porque como nada más les ponemos sus cosas en el carrito, pues se van, antes aunque fuera un peso, esto cayó mucho. Sólo les ponemos el mandado ahí, ¿qué más les hacemos? Los que piden que les llevemos al carro sí dan cinco pesos, pero ahora no. Yo sacaba 200 y feria, 220, ahora no llegó a 200, no se vale, el sábado saqué 130 y vivo de esto, ya vieja qué más”, explicó Pueblito.

Alfonso Trejo, de 68 años de edad, reconoció que los ingresos cayeron en 40% “y estamos conscientes de ello”, porque había gente que daba un peso porque se sentía obligada al recibir los productos embolsados y ahora hasta les dicen “pues ya les dieron en la torre, no hay bolsa, no hay propina”.

Trabajó durante toda su vida en una armadora de vehículos en otro estado con lo que mantuvo a dos hijos y llegó a vivir a Querétaro para iniciar un negocio que al final falló, hasta que hace siete años decidió empezar a trabajar como empacador. Antes, “cuando éramos menos”, ganaba hasta 400 o 500 pesos por día en zonas como Juriquilla. “En un fin de semana, un domingo, hasta 700 pesos”.

En las últimas fechas sólo ganan alrededor de 200, 250 pesos por día porque hay tiendas con 60 empacadores en turnos diferentes. “Se nos pedía que estuviéramos pensionados por cualquier incidente, pues que nos lleven al Seguro, porque las empresas no son responsables, porque somos voluntarios”.

La misma historia se repite con otros empacadores que prefieren permanecer en el anonimato por miedo a perder los ingresos que todavía tienen a sus 65, 69 y 72 años. Se sienten bien de todavía obtener dinero propio, de ser productivos, pero “ya lo están pensando” porque las cosas van mal desde el 1 de agosto y a veces gastan en comida o agua mientras están en las tiendas.

Su trabajo es voluntario, repiten. Las tiendas no los pueden contratar por eso. Pero se sienten útiles de que les permitan trabajar todavía y esperan que su actividad cambie un poco para que no los dejen sin ingresos para vivir.