/ lunes 9 de agosto de 2021

Museo del Dulce, un rico recorrido

Hacer dulces es una labor loable que, como todo negocio durante esta pandemia de Covid-19, se vio afectado económicamente

Dulces Bernal es un negocio de tradición familiar localizado en el municipio de Ezequiel Montes, donde además de producir artesanalmente natillas, chocolates, ates, tamarindos, entre otros productos típicos, desde hace 8 años resguarda la Casa Museo del Dulce.

Fundado en 1961 en el pueblo mágico de Bernal por don Julio Rodríguez Velázquez, junto a su esposa Rosa María, este proyecto ha sido un referente de la localidad que ha dejado un legado gastronómico importante y que, luego de su fallecimiento en 2013, sus hijos actualmente emprenden.

Son reconocidos por el sabor y calidad de su producto a nivel nacional. / HUGO ARCINIEGA

Uno de ellos, José Antonio Rodríguez Vega, es parte de los actuales dirigentes de este negocio donde participa su propio hijo, además de sobrinos, el resto de hermanos y que cobija alrededor de 50 empleados y empleadas entre empacadores, vendedores, dulceros y demás.

Su especialidad son los dulces de natilla, un dulce de leche de cabra, con el que don Julio comenzó este oficio, mismo que aprendió en la infancia gracias a una tía que era monja y en el que pudo concretar este negocio que, a la postre, se amplió en un museo.

Este es un negocio familiar creado por don Julio Rodríguez Velázquez y donde comercializan decenas de dulces típicos de la región. / HUGO ARCINIEGA

Estos dulces, además, son hechos con una receta propia de la familia y han recorrido el país, de norte a sur, en estados como Hidalgo, San Luis Potosí, Guanajuato, Ciudad de México, el Estado de México, Quintana Roo y Baja California.

“LOS CLIENTES SALEN ENDULZADOS DEL MUSEO”

Hace 8 años, Dulces Bernal desarrolló la Casa Museo del Dulce, un proyecto que don Julio Rodríguez planteó y que ahora abre sus puertas al público para mostrar la importancia del dulce no solo en la localidad, sino la tradición mexicana desde épocas prehispánicas donde se desarrollaban este tipo de alimentos.

Natilla, ate, tamarindos, chocolates y camotes son solo algunos de los productos hechos en Dulces Bernal./ HUGO ARCINIEGA

“El museo fue una idea de mi papá. Él quería que, aparte de que la gente comprara sus dulces, supiera un poco sobre cómo se elaboran, la historia de Dulces Bernal y del dulce mexicano en general. En este país somos muy dulceros y tratamos de mostrarles a nuestros visitantes su importancia”, comentó José Antonio.

El museo está constituido por cinco salas: “en la primera les presentamos la ubicación del pueblo de Bernal, sus tradiciones, flora y fauna”. En la segunda sala “es una cocina tradicional mexicana con los fogones de leña, las cazuelas de barro, tazas de cobre y utensilios que ahora solo quedan en el recuerdo”.

En su tercera sala “hablamos sobre el dulce desde lo prehispánico. Cómo desde antes había miel de hormigas, de abejas, el cacao. También sobre los conventos que eran importantes para que se produjera el dulce”. Su cuarta sala se enfoca “en los dulces que encontramos en la República Mexicana, los cuales dejaron de existir por los cambios que han ocurrido década tras década” y, por último, la quinta sala, “donde les mostramos una parte de la forma en que producimos los dulces”, señaló.

En ese sentido, comentó que los clientes quedan agradecidos: “tenemos el libro de registros y gracias a Dios los comentarios son favorables. Salen endulzados, que es lo que tratamos de hacer con ellos, que sean felices al visitarnos”.

NO HAY AMOR MÁS PURO Y MÁS SINCERO QUE EL DE UN DULCERO

Hacer dulces es una labor loable que, como todo negocio durante esta pandemia de Covid-19, se vio afectado económicamente. Un tema que, a decir de José Antonio, afectó a su familia directamente, pues uno de sus hermanos y también dirigente de este negocio, Julio, falleció por estos motivos, lo que dejó un vacío emocional importante.

“Durante abril, mayo y junio del año pasado cerramos totalmente. No trabajamos. Gracias a Dios ahora empezamos a respirar un poco. Ha sido un golpe moral y sentimental que a la familia le ha costado mucho, pero con ayuda de Dios, de mi padre y mi hermano desde el cielo estamos saliendo adelante”.

Con todo y estas afectaciones es a base de trabajo y esfuerzo por los que no han desistido en ningún momento, y que de manera paulatina el turismo en Bernal ha regresado, lo que ha permitido la reactivación económica de la región.

“Estar así, como ahora, con un poco de turismo, ha sido una bendición. Estar de pie y seguir adelante, teniendo a la gente que trabaja con nosotros es algo de lo que estamos agradecidos con Dios”, dijo.

Dulces Bernal es una familia que ha sabido superar las adversidades, dejando un legado tras de sí en este “pequeño lugar que parecía suspendido en el tiempo”, como escribió don Julio, un texto plasmado en una de las paredes del museo y que continúa: “Hoy veo a mi pueblo lleno de visitantes atraídos por su magia”.

Esto ha sido importante en muchos sentidos y ha construido este recinto único en su tipo en la entidad, gracias a la colaboración de todos, principalmente de sus hijos, quienes continuaron con este legado y que, tal como dijera don Julio: “Hoy la vida me ha compensado con una descendencia numerosa, gente buena, unida y solidaria, orgullosa de su herencia, cada uno de ellos trabajando para escribir su propia dulce historia”.

Dulces Bernal es un negocio de tradición familiar localizado en el municipio de Ezequiel Montes, donde además de producir artesanalmente natillas, chocolates, ates, tamarindos, entre otros productos típicos, desde hace 8 años resguarda la Casa Museo del Dulce.

Fundado en 1961 en el pueblo mágico de Bernal por don Julio Rodríguez Velázquez, junto a su esposa Rosa María, este proyecto ha sido un referente de la localidad que ha dejado un legado gastronómico importante y que, luego de su fallecimiento en 2013, sus hijos actualmente emprenden.

Son reconocidos por el sabor y calidad de su producto a nivel nacional. / HUGO ARCINIEGA

Uno de ellos, José Antonio Rodríguez Vega, es parte de los actuales dirigentes de este negocio donde participa su propio hijo, además de sobrinos, el resto de hermanos y que cobija alrededor de 50 empleados y empleadas entre empacadores, vendedores, dulceros y demás.

Su especialidad son los dulces de natilla, un dulce de leche de cabra, con el que don Julio comenzó este oficio, mismo que aprendió en la infancia gracias a una tía que era monja y en el que pudo concretar este negocio que, a la postre, se amplió en un museo.

Este es un negocio familiar creado por don Julio Rodríguez Velázquez y donde comercializan decenas de dulces típicos de la región. / HUGO ARCINIEGA

Estos dulces, además, son hechos con una receta propia de la familia y han recorrido el país, de norte a sur, en estados como Hidalgo, San Luis Potosí, Guanajuato, Ciudad de México, el Estado de México, Quintana Roo y Baja California.

“LOS CLIENTES SALEN ENDULZADOS DEL MUSEO”

Hace 8 años, Dulces Bernal desarrolló la Casa Museo del Dulce, un proyecto que don Julio Rodríguez planteó y que ahora abre sus puertas al público para mostrar la importancia del dulce no solo en la localidad, sino la tradición mexicana desde épocas prehispánicas donde se desarrollaban este tipo de alimentos.

Natilla, ate, tamarindos, chocolates y camotes son solo algunos de los productos hechos en Dulces Bernal./ HUGO ARCINIEGA

“El museo fue una idea de mi papá. Él quería que, aparte de que la gente comprara sus dulces, supiera un poco sobre cómo se elaboran, la historia de Dulces Bernal y del dulce mexicano en general. En este país somos muy dulceros y tratamos de mostrarles a nuestros visitantes su importancia”, comentó José Antonio.

El museo está constituido por cinco salas: “en la primera les presentamos la ubicación del pueblo de Bernal, sus tradiciones, flora y fauna”. En la segunda sala “es una cocina tradicional mexicana con los fogones de leña, las cazuelas de barro, tazas de cobre y utensilios que ahora solo quedan en el recuerdo”.

En su tercera sala “hablamos sobre el dulce desde lo prehispánico. Cómo desde antes había miel de hormigas, de abejas, el cacao. También sobre los conventos que eran importantes para que se produjera el dulce”. Su cuarta sala se enfoca “en los dulces que encontramos en la República Mexicana, los cuales dejaron de existir por los cambios que han ocurrido década tras década” y, por último, la quinta sala, “donde les mostramos una parte de la forma en que producimos los dulces”, señaló.

En ese sentido, comentó que los clientes quedan agradecidos: “tenemos el libro de registros y gracias a Dios los comentarios son favorables. Salen endulzados, que es lo que tratamos de hacer con ellos, que sean felices al visitarnos”.

NO HAY AMOR MÁS PURO Y MÁS SINCERO QUE EL DE UN DULCERO

Hacer dulces es una labor loable que, como todo negocio durante esta pandemia de Covid-19, se vio afectado económicamente. Un tema que, a decir de José Antonio, afectó a su familia directamente, pues uno de sus hermanos y también dirigente de este negocio, Julio, falleció por estos motivos, lo que dejó un vacío emocional importante.

“Durante abril, mayo y junio del año pasado cerramos totalmente. No trabajamos. Gracias a Dios ahora empezamos a respirar un poco. Ha sido un golpe moral y sentimental que a la familia le ha costado mucho, pero con ayuda de Dios, de mi padre y mi hermano desde el cielo estamos saliendo adelante”.

Con todo y estas afectaciones es a base de trabajo y esfuerzo por los que no han desistido en ningún momento, y que de manera paulatina el turismo en Bernal ha regresado, lo que ha permitido la reactivación económica de la región.

“Estar así, como ahora, con un poco de turismo, ha sido una bendición. Estar de pie y seguir adelante, teniendo a la gente que trabaja con nosotros es algo de lo que estamos agradecidos con Dios”, dijo.

Dulces Bernal es una familia que ha sabido superar las adversidades, dejando un legado tras de sí en este “pequeño lugar que parecía suspendido en el tiempo”, como escribió don Julio, un texto plasmado en una de las paredes del museo y que continúa: “Hoy veo a mi pueblo lleno de visitantes atraídos por su magia”.

Esto ha sido importante en muchos sentidos y ha construido este recinto único en su tipo en la entidad, gracias a la colaboración de todos, principalmente de sus hijos, quienes continuaron con este legado y que, tal como dijera don Julio: “Hoy la vida me ha compensado con una descendencia numerosa, gente buena, unida y solidaria, orgullosa de su herencia, cada uno de ellos trabajando para escribir su propia dulce historia”.

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