Música de todos los géneros acompañó la visita que realizaron este martes cientos de personas al panteón del Cimatario con motivo del Día de Muertos. En esta ocasión, los celulares suplieron a los grupos musicales, que por la pandemia Covid-19 no pudieron ingresar.
En el acceso al panteón, permanecieron los filtros sanitarios para verificar la toma de temperatura y entrega de gel antibacterial. No se registraron largas filas para entrar y tampoco se revisaban las pertenecías de las personas.
Entre la tristeza y los murmullos que se percibían desde la entrada del recinto, se escuchaban las notas de “Nuestro Juramento” con Julio Jaramillo, más adelante del lado izquierdo, “Te vas ángel mío” con Ramón Ayala y todavía más lejos “Qué puedo hacer por ti”, con Julio Preciado.
Este martes 2 de noviembre regresó la multitud al panteón. Llegaron grupos de familiares, personas solitarias y otras en pareja con ramos de flores en mano, pequeñas cubetas y demás utensilios para dar mantenimiento a la tumba de su difunto.
Entre rezos y el olor del copal, destacó la flor de cempasúchil sobre las tumbas, el crisantemo blanco y las rosas en diversos colores, pero también surgieron las lágrimas, los abrazos de consuelo y las anécdotas vividas con sus seres queridos.
Más adelante, casi al final del camino principal del cementario, se escuchaba la canción “Dos Coronas a mi madre” con los Cadetes de Linares, que acompañaba la estancia de un grupo de personas que colocaban gabanes sobre los árboles para hacer un poco de sombra.
Al medio día, el calor era fuerte y algunos se refrescaban con agua embotellada que lograron meter al lugar, porque en esta ocasión, estaba prohibido el ingreso de comida y bebidas, así como de los grupos de música.
Hubo ventas al interior y exterior del recinto; daban a 10 pesos los botecitos de plástico para colocar las flores, y de manera más discreta, un hombre recorría los pasillos y caminaba entre las tumbas vendiendo cigarros sueltos.
Y como para todo hay gustos, entre las tumbas además se escuchó la canción “Madre” con El Haragán y Compañía, y cerca de la salida del lugar que acondicionaron del lado de la calle que lleva al Mercado de la Flores, la “Triste Canción” con El Tri.
Como cada año, hubo también tumbas que no fueron visitadas por sus deudos, y que permanecen en el olvido y el abandono; además se observaban fosas acordonadas, ya dispuestas y listas para ocuparse.
Al exterior del panteón, se vendían los ramos de cempasúchil entre 30 y 40 pesos, y se ofertaban antojitos mexicanos como los guajolotes, enchiladas, gorditas con guiso, pescado frito o empanizado, además de aguas frescas, elotes y fruta picada.
Y como es tradición, muchas casas de la calle Luis M. Vega acondicionaron sus garajes para ofrecer la venta de ropa americana y ropa usada. Igual, algunos usaban las cajuelas de sus autos para ofertar prendas.