Nala es una terapeuta de cuatro patas, ha sido procurada por su humana, la psicóloga Rosa Martha Pérez para ser entrenada desde cachorra y juntas atienden a niños queretanos con distintos grados de autismo y los apoyan para que socialicen, se sientan más cómodos con el contacto físico, se adapten a espacios nuevos y logren comunicarse a través de palabras.
La mayoría de los niños que asisten a terapia con Rosa Martha y Nala, padecen autismo severo, por lo que es difícil que desarrollen el lenguaje y de acuerdo con la especialista, les cuesta mucho trabajo la parte sensorial y el contacto físico. Debido a que la canina obedece órdenes, fomenta en los pequeños el desarrollo de la comunicación hablada.
“Al momento de que yo le digo a los niños: Nala, siéntate, ella lo hace y los niños van desarrollando el interés por el lenguaje, al ver una respuesta del perro”, declaró Pérez, que lleva trabajando con perros y niños desde hace aproximadamente siete años.
Los caninos y los humanos han hecho mancuerna amistosa desde hace siglos, sin embargo, sus capacidades terapéuticas han sido reconocidas desde hace poco; a pesar de que en otros países los estudios al respecto cada vez proliferan más, en México aún son incipientes, por lo que Rosa Martha Pérez es parte de las pioneras en el gremio.
“No existe una especialidad en terapia asistida con perros, pero he tomado diferentes cursos, sobre todo de una asociación española que se llama Aitana, que se especializa en la terapia con animales para personas con autismo y algunos otros trastornos”, sostuvo.
A partir de sus estudios como psicóloga y de su experiencia propia en las cualidades de los perros para la salud mental de los humanos, Pérez dedicó la investigación de su tesis al análisis del tema, para posteriormente orientar su ejercicio profesional al área de la atención a niños con autismo con la ayuda de su perrita.
“Esta terapia asistida con perros es relativamente nueva, tanto en la investigación como en la práctica, al menos en Querétaro, llevamos poco tiempo, pero he sabido de casos de niños, que al tener una mascota incluso sin entrenar, les ha ayudado a regularse desde pequeños, van creciendo con la mascota y ha sido un factor positivo en su vida”.
La especialista consideró que el que los perros representen factores positivos en la calidad de vida de las personas con autismo a las cualidades que los definen como especie, puesto que “es mucho el apego hacia los humanos” y facilitan la socialización desde las etapas tempranas también en personas sin trastornos neurológicos como lo es el autismo.
Nala es de raza labrador, tiene cuatro años de vida y tres los ha dedicado al trabajo con niños, desde cachorra fue seleccionada por su temperamento para cursar un entrenamiento de obediencia básica y luego una especialidad en asistencia terapéutica.
Al rememorar una de las mejores experiencias que ha tenido durante su trabajo, Rosa Martha refirió que “había uno de mis pacientes que no toleraba a los perros, que le daban mucho miedo, fui trabajando con él y primero la veía de lejos, se iba acercando, íbamos haciendo actividades donde él en un inicio no participaba y al final logró acercarse, abrazarla, tocarla y esa parte me llenó mucho, porque era un conflicto hasta cuando veía perros en la calle”.
Cuando las personas con autismo se ven inmersas en una situación que les provoca mucho estrés, suelen manifestarlo a través de “berrinches” muy intensos, episodios en los que incluso llegan a lesionarse a sí mismos o a otras personas, explicó la psicóloga, por lo que el que el niño pudiera tocar y abrazar a Nala, fue un logro muy importante que demostró el potencial de la terapia asistida.
No obstante, Rosa Martha ha invertido tiempo y recursos en estudiar para manejar correctamente a Nala y guiarla hacia entrenamiento como perro de servicio, por lo que no es simplemente la presencia del animal, sino también la especialización. Ha habido casos en los que los padres de sus pacientes adquieren un perro sin considerar las necesidades y temperamento del animal, por lo que no todos pueden llevar a cabo la función de terapia que las personas con autismo necesitan.
“Mi perra fue seleccionada y entrenada desde cachorrita, trabaja con mis pacientes un par de horas y con objetivos específicos, pero un perro hogareño podría generarle o no beneficios a un niño con autismo (…) si el perro es de mucha actividad, a lo mejor en vez de relajar al niño, lo altera”.
También hizo hincapié en la responsabilidad que implica el tener un perro, pues depende por completo del humano que decida incluirlo en su vida, pero las tareas que implican su presencia como alimentarlo, bañarlo, sacarlo a pasear, jugar con él, son equivalentes al bienestar y cariño incondicional que brindan.