Así como registra el día a día de la historia de Querétaro yel mundo, DIARIO DE QUERÉTARO también acumula entre sus muros ypasillos una larga historia de amistades y compañerismosduraderos, forjados tras más de medio siglo de trabajo diario; unacadena de eslabones jóvenes y veteranos, aprendices y maestros queheredan anécdotas y saberes para mantener vivos los nombres dequienes ya no están. Compañeros que vivían de la tinta y para latinta, ya fuera ejerciendo el oficio periodístico o dentro delengranaje de la maquinaria que hace que DIARIO DE QUERÉTARO cadaamanecer, esté a la mano de sus lectores: capturistas, cobradores,publicistas, prensistas y linotipistas, esos compañeros cuyonombre no aparece en las páginas del periódico pero que supresencia sigue rondando la sala de redacción o la rotativa.
Don Mario Vázquez Raña, José Guadalupe Ramírez Álvarez,Ignacio Lomelí, Luis Rogelio Amieva, Rogelio Garfias, MiguelBringas, Anatolio Colorado, Jesús Aguilar, Lorenzo Caraveo, RafaelLozada, Manuel Medina Suaste, Juan José Velázquez, Carlos Katz,Agustín Martínez, Mireya Ballesteros y Ezequiel Martínez,nombres que fueron emblema de estas páginas, están nuevamenteacompañados por quienes desde su trabajo de escritorio, integrabanla familia diarista: Antonio Suárez, Guillermo Sámano, EstebanLira, Javier Medina, Leonardo Insunza, Aurelio Nieto, Antonio Rico,Ignacio Contreras, Lolita Zúñiga, Isaac Suárez, Antonio Banda yEzequiel Suárez.
A todos ellos, hoy DIARIO DE QUERÉTARO les rinde una ofrenda deDía de Muertos. Instalada en el vestíbulo de esta sede que yacumple diez años, está dotada de aquellas herramientas de trabajoindispensables para un diarista, para que durante su regreso almundo de los vivos por una noche, puedan una vez más, ser uneslabón en la cadena laboral de DIARIO DE QUERÉTARO: unagrabadora de casete, una máquina de escribir de carro largo, unalmanaque deportivo, un teléfono de disco, una calculadora, unacámara con rollo, y claro, lápiz, papel y tinta. Porque la tintaes memoria; y la memoria es vida.