Tres generaciones se han quedado sin sustento por la suspensión de fiestas patronales y ferias, pues al menos siete familias enteras se dedicaban a la instalación de juegos mecánicos en dichos eventos; a pesar de que han recibido algunas despensas y apoyos en efectivo por parte del gobierno municipal y estatal, la familia González reconoce que el mayor respaldo que han sentido ha provenido de la ciudadanía y de sus compañeros del gremio.
El señor Roberto González aprendió el oficio de sus padres, toda su vida se ha dedicado al negocio que representaba instalarse en las festividades colectivas en las que niños y adultos se divertían con sus atracciones; había llevado el sustento a su hogar con estas actividades, por lo tanto, heredó el oficio a sus hijos, hijas, nueras y yernos.
Ahora, junto con sus compañeros que habían invertido en la compra de equipo especializado, se han quedado sin ingresos, a la espera de que la pandemia de Covid-19 les permita volverá ganarse la vida en las ferias, como lo habían hecho desde al menos dos generaciones atrás.
En principio, les limitaron la cantidad de puestos que podían instalarse en las festividades, pero en marzo las autoridades les prohibieron por completo que se instalaran. Afortunadamente, tenían algunos ahorros, relató Andrea, nuera de don Roberto González. “Nos afectó bastante, empezamos a pedir en los semáforos porque no sabíamos cuándo íbamos a poder volver a trabajar, los ahorros se acabaron”, lamentó.
En junio, cuando la situación económica era más crítica para su familia, finalmente algunos integrantes lograron conseguir empleo como meseros, dependientes o vendedores de verdura, “empezó porque en el mercado de abastos nos regalaban mercancía, al principio la vendíamos en los semáforos, y ahora donde se pueda. Pero no es lo mismo, tenemos deudas y pensábamos que de las fiestecitas nos iba saliendo para pagar. Ahora lo que ganamos solo nos da para ir comiendo diario”, declaró Andrea.
“Soy de la tercera edad y ya no consigo chamba”, lamentó el señor Roberto González, suegro de Andrea; asimismo, narró que se han manifestado y acercado por las vías institucionales a las autoridades municipales para exponer su situación y ofrecer algunas propuestas “que nos dieran oportunidad de trabajar, aunque sea con menos puestos y con las medidas sanitarias, aunque fuera para sacar de comer. Nos dijeron que no, que nos iban a dar apoyo, pero nunca lo vimos, si acaso cuatro aportaciones de dos mil pesos para unos cuantos”, expresó.
A la fecha, tanto los juegos, estructuras y materiales de la familia González como de otros ciudadanos que se habían dedicado durante toda su vida a las atracciones en eventos, han sido víctimas de robos, vandalismos y deterioro.
El caso de Alberto Martínez, colega de Roberto González, es muy similar pues al quedarse sin su única fuente de ingreso, ha recurrido a la búsqueda de empleo “pero me piden preparación, referencias y experiencia; yo no tengo nada de eso porque toda mi vida había trabajado en los juegos”, expuso.
En una ocasión, intentaron trabajar con dos juegos pequeños en una comunidad, permitiendo subir solamente tres niños por vez, sin embargo, Protección Civil llegó a retirarlos “terminaron dándonos para la gasolina porque ni para eso traíamos”, relató Roberto, que también ha intentado establecer un negocio formal, pero la escasez de recursos se lo ha impedido.
Ambos lamentan que “todo el año los del municipio nos han traído con que no volveremos hasta nuevo aviso. Ahora ya ni siquiera nos reciben en las oficinas, todos nuestros aparatos están parados y no solo soy yo, somos todos, como 15 encargados con sus familias completas”.
Tanto Alberto Martínez como Roberto González refirieron que han cumplido con todos los permisos y pagos correspondientes para funcionar, sin embargo, no comprenden cómo es que las plazas comerciales hayan tenido más oportunidad de seguir en funcionamiento, si se trata de grandes empresas que en su mayoría se ubican en espacios cerrados, en los que se llegan a concentrar cantidades importantes de personas.