La moda ha logrado una segunda oportunidad con la oleada generada por el movimiento ecológico “second hand” o segunda mano; una práctica habitual de los tianguis de las periferias que ha resignificado y ganado popularidad entre la población más joven, pues por 400 pesos es posible adquirir dos camisas, dos chamarras y un abrigo de piel.
Aunque en los múltiples tianguis de la capital queretana proliferan los puestos de ropa usada o nueva que fue importada, al norponiente, en el fraccionamiento Satélite, cada sábado hay tesoros por rescatar y revivir con nuevas experiencias.
Los blogs de moda y las tendencias textiles han vuelto a posicionar estilos de la década de 1990 o anteriores, por lo que las prendas con estilos que podrían haberse considerado fuera de temporada, ahora son el objetivo de jóvenes que acuden a las periferias a buscar, entre los montones de ropa, alguna de su talla que pueda adecuarse.
A pesar del actual auge de la moda de reuso o también llamada pre-loved, previamente apreciada, por su significado en inglés es reciente, lo cierto es que la venta de ropa de segunda mano es algo que siempre ha estado presente en los negocios de bazares e incluso puestos caseros.
Además de la tendencia a cuestionar los efectos de la producción de moda rápida para el medio ambiente, la accesibilidad y los bajos costos de las prendas usadas comparados con los que se ofertan en centros comerciales es uno de los principales alicientes para quienes deciden dedicarse al negocio.
“Mucha gente buscamos ropa buena y a precios accesibles, he tenido buenas experiencias con la ropa que yo he comprado, por eso la gente se animó a lo que yo estuve haciendo durante varios fines de semana en mi domicilio”, señaló Sandra Montes, para quien la venta esporádica de ropa ha sido una opción de ingresos, ante el desempleo.
Desde ofertar la propia ropa que ya no se usa, hasta hacer encargos de prendas en específico como pantalones de mezclilla de tiro alto, u overoles, hasta comprar directamente a importadores o eventos específicos a la comercialización de grandes cantidades de mercancía.
No obstante, se trata de un mercado sin regulación explícita, pero que ha abierto las puertas a la economía accesible entre personas que no se dedican como tal al negocio; prueba de lo anterior son los grupos en redes sociales donde se subastan prendas de segunda mano, en las que se acuerdan entregas vía aplicaciones de transporte o en puntos específicos.