De yeso, de madera o de cerámica, la imagen del Niño Dios resulta tres veces más costosa la reparación que el precio de una figura nueva, sin embargo hay cientos de queretanos que prefieren restaurar su Niño Dios por las historias que lo acompañan y por el apego emocional que les tienen.
Lorenzo Pascual Trejo, de 54 años de edad, tiene 48 dedicándose a la restauración de estas imágenes, pues nació en el seno de una familia de artesanos que han instaurado la tradición del “Hospital de niños”, sobre la esquina de avenida Gobernadores y Pasteur Sur.
Junto a su esposa Rosalinda Hernández, su hermana Josefina Trejo y sus compañeros Genaro y César Nava, cada año restauran las figuras del Niño Dios, desde diciembre hasta febrero, las 24 horas del día, “Aquí comemos, aquí almorzamos, sufrimos los fríos, las aguas, las lluvias, pero con una pasión que tenemos en el corazón, aquí pasamos Navidad y año nuevo”.
Desde que Lorenzo tiene memoria se dedica a esto, “Desde que nacimos, nacimos en el arte, en la restauración, vamos a las capillas, Iglesias, donde nos inviten a trabajar”.
Para la restauración de niños deben tener mucho cuidado, asegura, porque son imágenes muy antiguas y la mayoría tienen un significado personal para sus dueños, porque pertenecían a sus familiares que ya fallecieron.
“Los niños tienen varias historias, una señora nos trajo un niñito que era de uno de sus hijos, que se suicidó. El niño se le quebró y ella sintió un pesar en su corazón. A otra señora la operaron de cáncer de mama, le llevaron un niñito al hospital, que la alivió y luego necesitó restauración el niño”.
Cada restauración les toma desde uno a tres días, dependiendo del daño que presente cada uno y el precio mínimo por este trabajo es de 100 pesos, mientras que el máximo es de 600 pesos; el terreno baldío en el que se pasan Navidad y año nuevo trabajando es especial, asegura.
“Aquí nos ha gustado porque los niños no se pueden componer en cualquier lugar, debe ser un lugar pacífico, que no haya vicios alrededor, que la gente no hable palabras altisonantes, tiene que ser un lugar especial para los niños”.
Lo que más le gusta de su trabajo es que la gente se vaya satisfecha, pues no buscan la remuneración económica, sino mejorar en su trabajo, que es lo que les llena. En esta temporada han reparado alrededor de 150 imágenes entre los cinco artesanos.
“Esto lo hacemos año con año, por una devoción, una tradición, que nuestros padres nos dejaron y la llevamos en el corazón. Los niños ya no los quiere la gente por el material, sino porque tienen una estima, eran del hermano, del tío, del abuelito”.
Permanecerán ahí hasta el 15 de febrero, pues el trabajo aumenta a partir del dos de febrero, que es cuando se levantan los nacimientos.
A pesar de que el trabajo no les falta, las condiciones para llevarlo a cabo no son las más óptimas, pues no hay lámparas y por las noches está muy oscuro para trabajar adecuadamente; además hay quienes suelen tirar basura en el terreno en el que se establecieron.
Algunos de los que solían hacer este trabajo decidieron irse a Estados Unidos por las condiciones adversas para llevarlo a cabo, por lo que Lorenzo Pascual piensa que cuando él y sus compañeros mueran, la tradición de la restauración se perderá en Querétaro.
“Mis hijos ya no quieren seguir esto, ellos quieren trabajar en otro lugar, una fábrica o una empresa, les avergüenza y ya no les gusta nuestro trabajo, pero lo queremos con pasión y amor”.
Esta tradición del arrullo del Niño Dios y el nacimiento nunca va a terminar, piensa Lorenzo, pues recuerda que antes le llegaban siete niños por temporada, pero el número fue aumentando hasta llegar a los 150, lo que significa que los queretanos siguen creyendo en el catolicismo.
Lorenzo Pascual y sus compañeros todo el año restauran imágenes en la colonia San Andrés, calle siete, número 129, su número de contacto es el 442-5429-867.