El tráfico del centro está a su máxima capacidad, no parece Semana Santa, apenas se puede circular a vuelta de rueda, los estacionamientos llenos y encontrar algún espacio en la calle es un auténtico milagro de semana mayor.
En punto de las cinco de la tarde sale monseñor Faustino Armendáriz para iniciar la misa de la visita a las siete casas, con esta devoción los fieles intentan acompañar espiritualmente a Cristo durante su recorrido desde el lugar de la Última Cena hasta el Calvario.
A las afueras de los templos ofrecen por cinco pesos el manual para la “visita a las siete casas para el jueves santo”, desde La primera estación nos recuerda el cenáculo al monte de los olivos hasta la séptima estación que nos representa el paso de la casa de Pilato al Calvario.
Las filas a las afueras de los templos son largas, pero avanzan con buen ritmo.
A las afueras de todas las iglesias muchos vendedores, de aguas, tamales, antojitos, gente pidiendo una caridad pero los puestos que se llevan la tarde son los tradicionales panes de chilacayote, bañados en miel de piloncillo, por 35 pesos el platillo que corona la temporada.
Los templos más visitados son la Catedral, el templo de la Cruz y Santa Rosa de Viterbo.
Hay quienes al finalizar aprovechan los locales de comida que se instalan durante la temporada en las calles principales del centro para cerrar y pasar por un elote, tacos y pozole.