Sólo 2 de cada 10 jefes son realmente líderes, lo que se traduce en desconfianza en las personas que laboran en una organización. A pesar de que hay esfuerzos por reconsiderar las actitudes y habilidades de las personas que tienen a su cargo un equipo en una empresa o institución, de acuerdo con Verónica Mejía, de LKS Management México, en el marco del Día Internacional del Jefe.
De acuerdo con su experiencia, en las intervenciones que ha llevado a cabo en las empresas hay una tendencia a renovar la perspectiva del papel de los jefes en las organizaciones, sin embargo, aún hay resistencia a modificar la verticalidad de las relaciones laborales.
La especialista en coaching empresarial, en el marco del Día internacional del Jefe, señaló que las principales diferencias entre quienes ostentan cargos de jefaturas y quienes son líderes radican en que “el jefe es una persona que piensa que tiene la autoridad por el nombre, (…) que piensa que la gente está para servirle a él, que es la persona que más sabe del equipo y el liderazgo es todo lo opuesto”.
Señaló que las personas que son líderes no necesariamente lo son de manera formal, es decir, no siempre ostentan los cargos de poder en las empresas o instituciones “tienen ciertos valores que llevan al equipo a hacer su trabajo y que al final se quedan con esa sensación de que fueran personas íntegras”.
Mejía sostuvo que las consecuencias de que los jefes no sean líderes se reflejan en la productividad de los trabajadores, pues se carece de un ambiente de confianza, empatía e identidad con la misión de la organización.
Señala que “las personas no renuncian por los trabajos, sino por los jefes”, por lo que la rotación constante de personal también afecta la productividad de las empresas y es una más de las implicaciones de la falta de fomento de los liderazgos.
No obstante, precisó que también es una responsabilidad y tarea de los trabajadores el demostrar por cuenta propia la habilidad y aptitud para desempeñar sus actividades; este tipo de actitudes es también un tipo de liderazgo, pues es asumirse como partícipe y no sólo como agente pasivo dentro de una organización.
De acuerdo con Mejía, la pandemia implicó un cambio de paradigma para las jefaturas más tradicionales, puesto que tuvieron que confiar en que sus equipos no necesitaban de una supervisión presencial para desempeñar sus trabajos.
“Ahora con la pandemia, es fundamental que el líder esté informando a sus colaboradores qué está pasando dentro de la organización, ya sea si están trabajando físicamente ahí o de manera virtual, la comunicación es muy importante porque esto les genera certezas a los colaboradores”, recalcó.
El respeto y el reconocimiento de las cualidades de los trabajadores es indispensable para que se fomenten los valores colaborativos en un equipo de trabajo; esta nueva concepción de las cualidades deseables en quien ostente la figura de un jefe ha irrumpido con la visión tradicional, “desafortunadamente no se había trabajado mucho con el tema de liderazgo (…) hoy se empiezan a dar cuenta de que se requieren más habilidades en una persona”.