/ lunes 8 de mayo de 2023

Talabartería en San Vicente Ferrer, tradición originada por la necesidad

La talabartería fue traída de Guadalajara hace ya 4 generaciones como una alternativa a la falta de empleo en la localidad

San Vicente Ferrer es una localidad que desde hace cuatro generaciones de familias se ha especializado en la talabartería, un oficio aprendido en Jalisco ante la falta de oportunidades laborales, en una zona migratoria, que encontró una forma de vida que busca su reconocimiento en Querétaro.

Los habitantes de esta zona refieren que fueron sus abuelos quienes viajaron a Jalisco para aprender este oficio; actualmente, aunque desconocen la cantidad exacta, al menos una decena de talleres se han colocado en San Vicente desde entonces.

"Mi suegro fue el que originó todo esto en San Vicente. Aquí en ese tiempo no había trabajo, las personas emigraban, la mayoría, a Ciudad de México, pero mi suegro emigró a Guadalajara, que fue donde aprendió este oficio. Con el tiempo se llevó a sus hermanos y lo trajeron aquí", explicó Alejandro Molina, quien lleva 30 años en los talleres y ventas de artículos de piel.

La considerada "capital de la piel" en la entidad, se localiza en el municipio de El Marqués, a unos 30 minutos de la capital queretana, donde hasta hace tres años se le ha dado su importancia, con la creación de un Festival de la Piel.

Y es que son familias completas las que se dedican a la talabartería, muchos de ellos jóvenes que empiezan en el camino de la creación de artículos de piel, los cuales logran exportar a sitios como León, Guanajuato, el Estado de México y la Ciudad de México.

"Somos familia, desde los que iniciaron la piel en San Vicente", dice Maricela Rangel Elías, vendedora, quien refirió que junto a sus hermanos trabajaron con la piel.

En tanto, Marco Antonio Cárdenas Rangel, su hijo, mencionó que la comunidad está muy involucrada en este oficio.

Asimismo, María Dolores Hernández, señaló ser de la segunda generación de artesanos, siendo su esposo de la primera generación junto a sus primos, Lucio y Marcelino Briones, quienes propagaron lo aprendido en Guadalajara para que la comunidad saliera adelante.

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"Antes no había trabajo y cuando llegan estas personas y nos traen el trabajo, es de maravilla para nosotros. Mi esposo y ellos se vienen, ponen su taller y empezamos todos. Y fue un taller y otro taller, y después mis hijos crecieron y siguieron ellos. Ahora son mis nueras y mis nietos".

San Vicente Ferrer es una localidad que desde hace cuatro generaciones de familias se ha especializado en la talabartería, un oficio aprendido en Jalisco ante la falta de oportunidades laborales, en una zona migratoria, que encontró una forma de vida que busca su reconocimiento en Querétaro.

Los habitantes de esta zona refieren que fueron sus abuelos quienes viajaron a Jalisco para aprender este oficio; actualmente, aunque desconocen la cantidad exacta, al menos una decena de talleres se han colocado en San Vicente desde entonces.

"Mi suegro fue el que originó todo esto en San Vicente. Aquí en ese tiempo no había trabajo, las personas emigraban, la mayoría, a Ciudad de México, pero mi suegro emigró a Guadalajara, que fue donde aprendió este oficio. Con el tiempo se llevó a sus hermanos y lo trajeron aquí", explicó Alejandro Molina, quien lleva 30 años en los talleres y ventas de artículos de piel.

La considerada "capital de la piel" en la entidad, se localiza en el municipio de El Marqués, a unos 30 minutos de la capital queretana, donde hasta hace tres años se le ha dado su importancia, con la creación de un Festival de la Piel.

Y es que son familias completas las que se dedican a la talabartería, muchos de ellos jóvenes que empiezan en el camino de la creación de artículos de piel, los cuales logran exportar a sitios como León, Guanajuato, el Estado de México y la Ciudad de México.

"Somos familia, desde los que iniciaron la piel en San Vicente", dice Maricela Rangel Elías, vendedora, quien refirió que junto a sus hermanos trabajaron con la piel.

En tanto, Marco Antonio Cárdenas Rangel, su hijo, mencionó que la comunidad está muy involucrada en este oficio.

Asimismo, María Dolores Hernández, señaló ser de la segunda generación de artesanos, siendo su esposo de la primera generación junto a sus primos, Lucio y Marcelino Briones, quienes propagaron lo aprendido en Guadalajara para que la comunidad saliera adelante.

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"Antes no había trabajo y cuando llegan estas personas y nos traen el trabajo, es de maravilla para nosotros. Mi esposo y ellos se vienen, ponen su taller y empezamos todos. Y fue un taller y otro taller, y después mis hijos crecieron y siguieron ellos. Ahora son mis nueras y mis nietos".

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