Con el sol en su punto máximo y ambiente de tristeza y luto, 21 mil 100 feligreses acompañaron la representación del Viacrucis en La Cañada en El Marqués que han realizado desde hace 57 años de manera ininterrumpida, que se ha posicionado como uno de los más importantes en el estado.
Después de su juicio en el que fue declarado culpable, Jesús, fue representado este año por Jesús Ramírez Gutiérrez inició su recorrido junto a la Plaza San Pedro en la Cañada; frente al contingente que lo acompañaba iba a una banda de guerra, una guardia de romanos y quienes le infligían latigazos en su recorrido.
Las banquetas estaban abarrotadas esperando a que pasara Jesucristo, algunos seguían las indicaciones para que avanzara el contingente que acompañaba a Jesús; su primer encuentro fue con su madre, quien lo esperaba llorando por su condena.
La primera caída fue sobre el asfalto caliente, el cuerpo tocó el suelo y la cruz cayó a un lado, los romanos lo ayudaron a levantarse, mientras los espectadores observaban atentamente la escena.
La entrega de los más de 70 actores se vio reflejada en cada escena, algunos sudando y bajo el rayo del sol continuaron hasta el final, siguieron cada detalle ensayado durante meses con el libreto escrito en XIX.
Jesús cargó una cruz de entre 90 y 100 kilos, las primeras dos caídas fueron sobre el suelo de asfalto, después recorrió una callejón cuesta arriba, característico de La Cañada, en tanto la guardia que los acompañaba continuaba infligiéndole latigazos sobre la espalda que más allá de la sangre colocada a propósito, lucia roja por el constante roce.
Cientos de feligreses y curiosos recibían al contingente con sus celulares en alto esperando captar algún recuerdo de esa representación; algunos estaban sentados degustando comida de las decenas de puestos ambulantes que se colocaron para la ocasión.
La tercera caída fue en el camino al cerro del Bautisterio sobre la tierra y piedras, ahí la ropa cubría poco del torso, el golpe fue más seco; Jesús caminó con la cabeza abajo la mayoría del recorrido con la corona de espinas de la que brotaba sangre, con cientos de latigazos propinados en su espalda y con las manos atadas.
Al llegar al cerro, que lucía abarrotado en su totalidad, se sentó sobre una piedra con una concentración extrema esperando su turno; después que fueron crucificados los dos ladrones que lo acompañaron siguió su turno y el lugar quedó casi en silencio, algunos rezaron mientras se levantaba la cruz con Jesús en ella y después de su muerte.
Con la frase “Cristo es el hijo de Dios que muere por nuestra salvación” fue concluido la representación de la que se despidieron como cada año el grupo teatral “Tribunales de Jesús” y recibieron aplausos.