Enrique Gómez, natural de Veracruz, ha dedicado los últimos 25 años de su vida en Querétaro a la labor de lavar automóviles en la avenida Ejército Republicano. A pesar de los desafíos que enfrentó debido a su lucha contra el alcoholismo, que lo llevó a experimentar la dura realidad de vivir en las calles de la ciudad, Enrique no se rinde, pues cada día emprende la búsqueda constante de oportunidades para superar las adversidades.
Todos los días, Enrique se dirige a la avenida Ejército Republicano para realizar su labor de lavado de automóviles, atendiendo entre cinco y seis vehículos diariamente. Además de esta tarea, se muestra dispuesto a encargarse de los recados de los diversos establecimientos locales, barrer las entradas o cualquier otra tarea que le permita ganar unos cuantos centavos adicionales.
Sin hogar, Enrique se ve obligado a pernoctar bajo los puentes urbanos, especialmente aquellos cercanos al estadio La Corregidora, entre otros lugares en las proximidades. Durante la noche, lleva consigo una maleta que contiene sus pertenencias personales, así como cobijas y ropa, esenciales para protegerse del frío, especialmente durante la temporada invernal.
"Yo soy originario de Veracruz. Diario vengo aquí a trabajar, ahí en lo que se pueda. Tengo 25 años en Querétaro y he trabajado en muchos lugares. Antes lavaba coches en Santa Rosa Jáuregui, ahora aquí (en Ejército Republicano). Lavo unos cinco o seis autos diarios y sale para comer dos veces al día".
Desde temprana edad, emigró a los Estados Unidos, viviendo en el país norteamericano durante aproximadamente una década antes de enfrentar la dolorosa realidad de la deportación.
Durante uno de los viajes en búsqueda del tan anhelado "sueño americano", sufrió una caída del tren en el que se desplazaba, resultando en fracturas que hoy en día le generan dificultades motrices y suponen un constante recordatorio de los desafíos que ha enfrentado en su camino.
También en la calle su vida ha sido difícil, pues cuenta que recientemente fue atropellado en la avenida, ante la imprudencia de un conductor: "Estaba yo limpiando y me llevó. Tuve varias fracturas, me duele la cadera, los brazos, pero sigo trabajando, para sacar para el día. En las noches también me tengo que cuidar de los alacranes en los puentes, al dormir".
Relató que una parte considerable de su existencia estuvo marcada por la lucha contra el alcoholismo, una batalla que emprendió incluso antes de su partida a Estados Unidos, dilapidando todo su patrimonio en esta adversidad.
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Sin un respaldo familiar al cual recurrir, tomó la decisión de transformar su vida hace aproximadamente ocho años al abrazar la fe cristiana. Este cambio significó dejar atrás el alcohol y, a pesar de superar los sesenta años, le brindó la oportunidad de trazar un nuevo rumbo en su vida, continuando con su dedicación al trabajo y a orar por cada día que transcurre y tiene trabajo.
"Aquí la gente me ha apoyado. Me piden que lave sus coches, cobro luego unos 30 pesos, pero a veces me dan más. Les traigo el mandado, con eso pago mi comida y ya en la noche me regreso a dormir en los puentes. Me levanto temprano y vuelvo a estar aquí. Dios me ha ayudado a salir adelante".