/ jueves 20 de septiembre de 2018

Ya vivió 3 terremotos en 88 años

Arsenio y Monkey se encuentran entre esas personas que, por azares del destino, se vieron envueltos en los sismos que conmocionaron al país.

A sus 88 años, Arsenio Gómez narra los tres grandes temblores que ha vivido: el de los cuarentas, con la erupción del volcán de Colima, el del 85 y el del 2017. Fue a eso de los siete años cuando vivía en Ario de Rosales, Michoacán; que cargaba la gran lata en la que transportaba agua para su casa y sintió que el piso se movía.

Transeúntes se pusieron de rodillas y rezaban, mientras que él colocó la lata en el piso y su vista iba del agua que chapaleaba, a las campanas de la iglesia que se mecían fuertemente, y de ahí a los metates de la fábrica de chocolate que quedó justo frente a él.

A los 12 años de edad viajó un día completo en tren de Pátzcuaro a la Ciudad de México a visitar a sus hermanos, quienes trabajaban en el Mercado Martínez de la Torre; la visita se prolongó décadas, pues él ocupó el lugar de su hermano, Antonio Meza Alejandre, como jefe de familia, cuando éste decidió casarse.

En el 85 él y sus familiares tenían casas que daban barda con barda. Él vivía con su madre Leonor Alejandre Castañeda, con su esposa, Sara Mata, y sus cuatro hijos: Juan Carlos, Jorge Luis, Mario y Leonor, quienes en ese entonces estudiaban en la Escuela Técnica 23, en la colonia Estrella.

Socorro, hermana de Sara, se encontraba en la casa cuando ocurrió el temblor, pues acudía a diario a ayudarles con los niños, también estaban la esposa de Antonio, quien llegó de visita de Morelia, y el chofer que la llevó. Igualmente se encontraba Gerardo, un hermano que llegó de visita de Estados Unidos y a quien tenía años de no ver.

El temblor no descontroló a Arsenio, pero sí la afirmación de su cuñada “Se cayó la escuela de los niños”, ante la cual él y su esposa salieron corriendo y pararon hasta encontrarse con otros padres de familia que estaban fuera de la escuela, tranquilos, al ver que estaba intacta. En la tele vio el recorrido que se hizo a edificios derrumbados: Hotel Regis, Hotel de El Prado y Tlatelolco, este último a sólo dos cuadras de su casa. En el mercado, varios locatarios no abrieron, tras sufrir pérdidas humanas o materiales.

Tanto en el 85 como en el 2017, las autoridades perdieron el control, pero el pueblo inmediatamente respondió, analiza, al recordar que a su carnicería lo fueron a buscar para pedirle guardar cajas de queso que una compañía mandó para los afectados y eran los ciudadanos responsables de guardarlos quienes regresaban para entregarlos directamente a quienes los necesitaban. Muchos médicos acudieron al mercado en su deseo por ayudar.

LOS CAMPAMENTOS DEL 85 SIGUEN AHÍ

A quienes perdieron sus hogares en el 85 se les edificaron vecindades completas de lámina y cartón; a más de 30 años, las casas improvisadas siguen ahí, lo que hace vislumbrar el destino de quienes sufrieron los estragos del año pasado y que aún se encuentran en casas de campaña.

Ese 2017, recuerda, estuvo en el primer movimiento telúrico, el del siete de septiembre. Debió atender asuntos y llegó a su casa, en la que ahora alberga a la familia de su hijo Jorge. Ya estaba en la cama cuando sonó la alerta sísmica, para él desconocida. Jorge fue a tocarle la puerta para que saliera a la calle, a lo que él se negó, aunque si se mantuvo despierto, por lo que oyó todas las conversaciones y preocupación de los vecinos.

La casa, explica, se creó en parte de un antiguo convento, sus muros son gruesos y tienen más de 500 años, por lo que sabía que la posibilidad de que se cayera era lejana.

La tranquilidad de Querétaro lo hizo dejar los 72 años que vivió en la Ciudad de México para habitar en esta “ciudad hermosa” que, de apoco, se hace con exactamente los mismos problemas de la Ciudad de México en materia de: seguridad y medio ambiente, pues si bien, aún “respira aire puro, sopla el aíre muy fuerte y la nata de contaminación se ve a lo lejos, sobre el centro de la ciudad. Un descontrol en el crecimiento de la zona urbana”

MONKEY

Arturo Arias “El Monkey”, recorría el Periférico en moto para grabar su programa de YouTube, de consejos para principiantes. A la altura de San Antonio sintió que su llanta trasera derrapaba, al levantar la vista se topó con que postes, cables y “el segundo piso” se columpiaban. Caerse, o que los coches se le fueran encima, lo hicieron dejar la moto y alejarse del “segundo piso”.

Ese 19, todos se sumaron a apoyar. Foto: Cortesía “Monkey”

Cuando el terremoto acabó, inmediatamente siguió su camino. En la agencia donde compró su moto encontró a todos afuera del edificio; continuó su recorrido a casa y bromeó con que le darían el día libre a los trabajadores, hasta que vio las piedras en el pavimento, provenientes del “segundo piso”, el descontrol en Galerías Coapa, los edificios dañados en Miramontes y a la gente que corría sin sentido, mientras que los coches no respetaban los semáforos, por lo que le tomó demasiado tiempo llegar a su casa.

Ya en Rancho Vista Hermosa, observó a su familia y vecinos en la calle, un vehículo de emergencias que atendía a las personas en “schock”. Su mamá lo abrazó al tiempo que le gritó. “Arturo, iba a salir corriendo a buscarte”, y minutos después, su hermano llegó, para contarles que la escuela de los dos, el Tecnológico de Monterrey, también sufrió daños. Su padre llamó desde la oficina para decirles que estaba bien.

Al día siguiente se reunieron en casa de una amiga para comprar víveres, guantes, carnaza, palos picos, pequeños cascos. La camioneta que consiguieron era grande y en el camino, vieron a varias personas que a pie, también se dirigían rumbo a San Gregorio, con el mismo deseo de ayudar, de tal forma que, de a poco, la camioneta parecía vehículo de “pollero” por lo llena que iba.

Se quedaron a unas cuadras, pues había fuga de gas y ya en la zona, empezaron a trabajar en las cadenas humanas, en las que se rumoró, se unieron personalidades de la farándula. Sólo tiene la certeza de que participó un jugador del Cruz Azul, pues lo vio su hermano.

Al día siguiente, tres motoblogers acudieron para llevar víveres acomodados en mochilas y en las mismas motos. Salieron de los centros de acopio como Cuernavaca y La Salle a los lugares en los que las vialidades estaban colapsadas, árboles caídos y cerros deslavados. Agua embotellada, leche en polvo, comida para perro, todo lo que pudieron cargar lo transportaron y dice que las señoras agarraban lo que podían, ante la mirada de los policías que se encontraban en la zona. Para realizar la distribución de manera ordenada, preguntaban en los centros de acopio que necesitaban, pues se hizo una cadena de mensajes entre pueblos, y un señor los recorría en bicicleta, para avisar, por ejemplo en cuál faltaba agua y en cual comida.

En total, estima, apoyó cinco colonias y cinco pueblos de Cuernavaca, y al tercer día regresó para ver en que podía ayudar pero le dijeron que en nada, pues ya tenían mucha gente.

A sus 27 años considera que sí existen mejoras estructurales en la CDMX, pese a ello, ahora su familia se encuentra en Mérida. Sigue transmitiendo en su canal www.youtube.com/monkeysquad, pero aún está alerta, siempre listo para seguir corriendo en caso de emergencia, pues vivir una situación como la del 2017, deja marcas. Le tomó muchos meses dejar de pensar que cada alarma de coche era una alerta sísmica.

Sin conocerse, ambos coinciden en que los hechos que marcaron a la población deben servir para evitar incidentes, pues cada sismo debe aprovecharse para mejorar las acciones de prevención, y evitar así, más pérdidas materiales, pero, sobre todo, humanas.

Arsenio y Monkey se encuentran entre esas personas que, por azares del destino, se vieron envueltos en los sismos que conmocionaron al país.

A sus 88 años, Arsenio Gómez narra los tres grandes temblores que ha vivido: el de los cuarentas, con la erupción del volcán de Colima, el del 85 y el del 2017. Fue a eso de los siete años cuando vivía en Ario de Rosales, Michoacán; que cargaba la gran lata en la que transportaba agua para su casa y sintió que el piso se movía.

Transeúntes se pusieron de rodillas y rezaban, mientras que él colocó la lata en el piso y su vista iba del agua que chapaleaba, a las campanas de la iglesia que se mecían fuertemente, y de ahí a los metates de la fábrica de chocolate que quedó justo frente a él.

A los 12 años de edad viajó un día completo en tren de Pátzcuaro a la Ciudad de México a visitar a sus hermanos, quienes trabajaban en el Mercado Martínez de la Torre; la visita se prolongó décadas, pues él ocupó el lugar de su hermano, Antonio Meza Alejandre, como jefe de familia, cuando éste decidió casarse.

En el 85 él y sus familiares tenían casas que daban barda con barda. Él vivía con su madre Leonor Alejandre Castañeda, con su esposa, Sara Mata, y sus cuatro hijos: Juan Carlos, Jorge Luis, Mario y Leonor, quienes en ese entonces estudiaban en la Escuela Técnica 23, en la colonia Estrella.

Socorro, hermana de Sara, se encontraba en la casa cuando ocurrió el temblor, pues acudía a diario a ayudarles con los niños, también estaban la esposa de Antonio, quien llegó de visita de Morelia, y el chofer que la llevó. Igualmente se encontraba Gerardo, un hermano que llegó de visita de Estados Unidos y a quien tenía años de no ver.

El temblor no descontroló a Arsenio, pero sí la afirmación de su cuñada “Se cayó la escuela de los niños”, ante la cual él y su esposa salieron corriendo y pararon hasta encontrarse con otros padres de familia que estaban fuera de la escuela, tranquilos, al ver que estaba intacta. En la tele vio el recorrido que se hizo a edificios derrumbados: Hotel Regis, Hotel de El Prado y Tlatelolco, este último a sólo dos cuadras de su casa. En el mercado, varios locatarios no abrieron, tras sufrir pérdidas humanas o materiales.

Tanto en el 85 como en el 2017, las autoridades perdieron el control, pero el pueblo inmediatamente respondió, analiza, al recordar que a su carnicería lo fueron a buscar para pedirle guardar cajas de queso que una compañía mandó para los afectados y eran los ciudadanos responsables de guardarlos quienes regresaban para entregarlos directamente a quienes los necesitaban. Muchos médicos acudieron al mercado en su deseo por ayudar.

LOS CAMPAMENTOS DEL 85 SIGUEN AHÍ

A quienes perdieron sus hogares en el 85 se les edificaron vecindades completas de lámina y cartón; a más de 30 años, las casas improvisadas siguen ahí, lo que hace vislumbrar el destino de quienes sufrieron los estragos del año pasado y que aún se encuentran en casas de campaña.

Ese 2017, recuerda, estuvo en el primer movimiento telúrico, el del siete de septiembre. Debió atender asuntos y llegó a su casa, en la que ahora alberga a la familia de su hijo Jorge. Ya estaba en la cama cuando sonó la alerta sísmica, para él desconocida. Jorge fue a tocarle la puerta para que saliera a la calle, a lo que él se negó, aunque si se mantuvo despierto, por lo que oyó todas las conversaciones y preocupación de los vecinos.

La casa, explica, se creó en parte de un antiguo convento, sus muros son gruesos y tienen más de 500 años, por lo que sabía que la posibilidad de que se cayera era lejana.

La tranquilidad de Querétaro lo hizo dejar los 72 años que vivió en la Ciudad de México para habitar en esta “ciudad hermosa” que, de apoco, se hace con exactamente los mismos problemas de la Ciudad de México en materia de: seguridad y medio ambiente, pues si bien, aún “respira aire puro, sopla el aíre muy fuerte y la nata de contaminación se ve a lo lejos, sobre el centro de la ciudad. Un descontrol en el crecimiento de la zona urbana”

MONKEY

Arturo Arias “El Monkey”, recorría el Periférico en moto para grabar su programa de YouTube, de consejos para principiantes. A la altura de San Antonio sintió que su llanta trasera derrapaba, al levantar la vista se topó con que postes, cables y “el segundo piso” se columpiaban. Caerse, o que los coches se le fueran encima, lo hicieron dejar la moto y alejarse del “segundo piso”.

Ese 19, todos se sumaron a apoyar. Foto: Cortesía “Monkey”

Cuando el terremoto acabó, inmediatamente siguió su camino. En la agencia donde compró su moto encontró a todos afuera del edificio; continuó su recorrido a casa y bromeó con que le darían el día libre a los trabajadores, hasta que vio las piedras en el pavimento, provenientes del “segundo piso”, el descontrol en Galerías Coapa, los edificios dañados en Miramontes y a la gente que corría sin sentido, mientras que los coches no respetaban los semáforos, por lo que le tomó demasiado tiempo llegar a su casa.

Ya en Rancho Vista Hermosa, observó a su familia y vecinos en la calle, un vehículo de emergencias que atendía a las personas en “schock”. Su mamá lo abrazó al tiempo que le gritó. “Arturo, iba a salir corriendo a buscarte”, y minutos después, su hermano llegó, para contarles que la escuela de los dos, el Tecnológico de Monterrey, también sufrió daños. Su padre llamó desde la oficina para decirles que estaba bien.

Al día siguiente se reunieron en casa de una amiga para comprar víveres, guantes, carnaza, palos picos, pequeños cascos. La camioneta que consiguieron era grande y en el camino, vieron a varias personas que a pie, también se dirigían rumbo a San Gregorio, con el mismo deseo de ayudar, de tal forma que, de a poco, la camioneta parecía vehículo de “pollero” por lo llena que iba.

Se quedaron a unas cuadras, pues había fuga de gas y ya en la zona, empezaron a trabajar en las cadenas humanas, en las que se rumoró, se unieron personalidades de la farándula. Sólo tiene la certeza de que participó un jugador del Cruz Azul, pues lo vio su hermano.

Al día siguiente, tres motoblogers acudieron para llevar víveres acomodados en mochilas y en las mismas motos. Salieron de los centros de acopio como Cuernavaca y La Salle a los lugares en los que las vialidades estaban colapsadas, árboles caídos y cerros deslavados. Agua embotellada, leche en polvo, comida para perro, todo lo que pudieron cargar lo transportaron y dice que las señoras agarraban lo que podían, ante la mirada de los policías que se encontraban en la zona. Para realizar la distribución de manera ordenada, preguntaban en los centros de acopio que necesitaban, pues se hizo una cadena de mensajes entre pueblos, y un señor los recorría en bicicleta, para avisar, por ejemplo en cuál faltaba agua y en cual comida.

En total, estima, apoyó cinco colonias y cinco pueblos de Cuernavaca, y al tercer día regresó para ver en que podía ayudar pero le dijeron que en nada, pues ya tenían mucha gente.

A sus 27 años considera que sí existen mejoras estructurales en la CDMX, pese a ello, ahora su familia se encuentra en Mérida. Sigue transmitiendo en su canal www.youtube.com/monkeysquad, pero aún está alerta, siempre listo para seguir corriendo en caso de emergencia, pues vivir una situación como la del 2017, deja marcas. Le tomó muchos meses dejar de pensar que cada alarma de coche era una alerta sísmica.

Sin conocerse, ambos coinciden en que los hechos que marcaron a la población deben servir para evitar incidentes, pues cada sismo debe aprovecharse para mejorar las acciones de prevención, y evitar así, más pérdidas materiales, pero, sobre todo, humanas.

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