Históricamente se le ha cuestionado a López Obrador por su poca preparación académica. A lo largo de su carrera política ha sido señalado en distintas ocasiones por el poco valor que le brinda al estudio, la ciencia y la academia. Inclusive sus adversarios le recriminan haber concluido una licenciatura en 14 años, en lugar de los cuatro que debió durar.
Pero el Presidente nunca ha tratado de minimizar esa idea, simplemente la desacredita, desecha y no le da la menor importancia, la gente tampoco.
No será experto en economía, relaciones internacionales, hacienda o derecho, pero sin duda alguna podría tener un doctorado en materia electoral.
No podemos obviar que el hoy Presidente de México fue electo a través de un partido político que tenía tan solo cuatro años de haberse constituido como tal, y que hoy sigue encabezando las preferencias electorales en todo el país.
Si de algo sabe el Presidente, es de procesos electorales, movilización a través de las emociones y promoción de imagen.
No en vano el Presidente de manera ininterrumpida ha brindado una conferencia de prensa todas las mañanas por más de tres años consecutivos, y lo que falta. Y esto no es nuevo, lo hizo durante casi seis años como Jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal, hoy Ciudad de México, y entonces como ahora, controla la narrativa en la agenda mediática día tras día.
Ahora vemos una nueva faceta de este hombre mediático, pues durante 18 años buscó posicionarse a sí mismo hasta conseguir la Presidencia, ahora él sabe que su reto es la sucesión, y ya empezó a jugar con ella.
López Obrador adelantó la sucesión presidencial, sin que nadie se lo pidiera, exigiera o bien interesara, pero según sus cálculos es lo mejor y actúa en consecuencia.
Hasta el momento ha logrado algo por demás importante que no puede escapar de nuestra atención. Logró concentrar la narrativa de la sucesión solamente al interior de su partido, me explico: ha llevado el debate y la discusión pública hacia quién de los “suyos” podría sucederlo, pone sobre la mesa distintas cartas y juega con ellas. Lo relevante de esto es que consiguió que solamente se hable, como en aquel priato de los setentas, del “candidato oficial” y no de quién pudiera hacerle frente desde la oposición.
Durante el priato en nuestro país se discutía mucho, y era tema destacado en los medios de información, quién sería el posible “tapado”, el sucesor. No se dialogaba mucho sobre quién pudiera enfrentarlo, pues el resultado era previsible, por ello no había mayor debate que el interno.
Ese es el problema al que nos enfrentamos hoy en día, a más de dos décadas después de la primera alternancia, la narrativa de un Presidente electorero con Doctorado en elecciones, nos está metiendo en una conversación que entre líneas nos dice: el 2024 está resulto a favor de su partido, y solo nos deja a la imaginación qué persona sería.
*Diputado local PRI