El pasado primero de diciembre, el Presidente López Obrador llevó a cabo un evento multitudinario en el zócalo capitalino, le llamó informe de gobierno.
Y es que no es la primera vez que el Presidente toma el pretexto de “informar”, como si no lo hiciera todas las mañanas, para mostrar músuclo político.
Desde la época de Carranza, nuestra constitución estipula que quien ostente la Presidencia de la República, deberá rendir un informe anual, el primero de septiembre, ante el Congreso de la Unión. Dicha tradición constitucional ha estado marcada por los extremos. En la época del partido hegemónico, el priato, se le llegó a conocer como “el día del Presidente”, pues se llevaba a cabo una caravana por las principales arterias del otrora Distrito Federal, para que la gente pudiera saludar al Presidente en su camino a San Lázaro, una vez en el recinto, era aplaudido por el denominado “club de amigos del Presidente”, es decir, las y los Diputados, que naturalmente eran una inmensa mayoría de su partido, el PRI.
Sin embargo, con la llegada de Fox a la Presidencia y una oposición del PRD cada vez más combativa, se reformó esta tradición en la ley, para que el ejecutivo cumpliera este requisito simplemente enviandolo por escrito al Congreso, llegamos hoy en día al otro extremo, en donde quien encabeza la Secretaría de Gobernación entrega por escrito al Congreso el “estado que guarda la nación” y la oposición responde en el vacío de San Lázaro, mientras el Presidente da un mensaje a sus funcionarios y seguidores en el espacio que le resulte más comodo.
Así funciona el primero de septiembre de cada año, sin embargo un Presidente con la popularidad que tiene AMLO, no desaprovecha ningun minuto para mostrar fortaleza, y puede dar dos o hasta tres “informes de gobierno” cada año.
Así sucedió en el zócalo la semana pasada, en donde vimos a un Presidente que según las encuestas publicadas, está en su máximo histórico de aprobación -después de los primeros 100 días de gobierno- pero con números reprobatorios en materias fundamentales como seguridad, salud, empleo y educación.
Fue una suerte de compendio de mañaneras, verdades a medias, datos no verificables y un sin número de frases demagógicas con un profundo contenido retórico.
Por citar un par de ejemplos, el Presidente fustigó a “los conservadores” a sus opositores, de querer engañar al pueblo que éste gobierno está militarizando al país, cosa que él dice no es cierta.
Sin embargo, los datos de su propia administración dicen lo contrario.
Primero nos prometió que en un plazo no mayor a seis meses, regresarían los soldados a los cuarteles, pero la realidad es otra. Datos de la propia SEDENA nos revelan que más de 80,000 elementos militares hoy están desplegados por todo el país en labores de seguridad pública, y esto sin contar que el 75% de los elementos de la guardia nacional, hoy siguen siendo militares en activo. Solo para darle a usted un contexto, estos números representan el doble de militares en las calles comparado con el sexenio de Calderón.
Otro ejemplo claro, fue escuchar al Presidente decir “hay transparencia plena y acceso a la información”, increíble como se escucha, después de que en la actual administracion el 80% de los contratos públicos han sido por adjudicación directa para evitar las licitaciones públicas y verdaderamente esquizofrénico después del acuerdo, llamado popularmente como “decretazo” que firmó el pasado 22 de noviembre para evitar -dentro de muchas otras cosas- la transparencia en sus principales obras públicas.
En fin, un par de ejemplos para darnos cuenta que los números no mienten, aunque AMLO intente mentir con los números.
*Diputado local PRI