/ domingo 7 de julio de 2019

25 años del EPR: Desde la trinchera leninista

A pesar de los vaivenes de la historia, el Ejército Popular Revolucionario cumplió su primer cuarto de siglo sin alejarse un ápice de los principios marxistas leninistas ortodoxos, que consideran leyes inmutables

Hace 25 años, en 1994, se fundó el Ejército Popular Revolucionario, brazo armado del Partido Democrático Popular Revolucionario, que dice buscar, mediante el uso de las armas, el cambio del sistema político capitalista dominante en México e instaurar en el país una República Socialista Democrática, similar a la de Cuba o Vietnam.

En realidad, sus antecedentes revolucionarios datan de 1964, cuando la efervescencia revolucionaria en el mundo, y en América Latina en especial, estaba en su máximo esplendor, producto del triunfo de la revolución cubana en 1960. Los grupos guerrilleros se extendieron por todo el continente, animados por las icónicas figuras del Che Guevara y Fidel Castro.

Encerrados en su trinchera leninista, los militantes del EPR han visto pasar, desde hace 55 años, toda una gama de corrientes ideológicas en México y el mundo, sin que ellos modifiquen un ápice su propuesta revolucionaria de tomar el poder e instaurar el socialismo con una vanguardia obrera. Esto habla de una congruencia ideológica que va de lo ejemplar a lo testarudo, según se quiera ver.


LA HISTORIA

En un libro editado hace cinco años en el que relatan su historia, los eperristas aseguran que en 1964 se fundó el primer núcleo del partido, que habría de conocerse como Unión del Pueblo.

Dicen:

“Respecto a quiénes fueron los fundadores del partido se ha difundido erróneamente que (el guerrillero guatemalteco) José María Ortiz Vides fue el fundador, cosa muy equivocada, “Chema” se deslumbró por el desarrollo que el grupo tenía cuando nos conoce y conceptualizó erróneamente la situación que vivía el país, asumió que existía una situación revolucionaria directa (tiempo de la insurrección). El núcleo inicial de la Unión del Pueblo (UP) estuvo integrado por el Dr. Jaime Bali West, Carlos Perzabal Marcué, Nuria Boldó, Teresa Losada y Héctor Zamudio de la Universidad de Chapingo a los cuales lamentablemente “Chema” los delató y expuso (cuando fue detenido en 1972) dándose las primeras detenciones y la persecución policiaca, a lo que se respondió con un repliegue a la clandestinidad y con el hostigamiento se detuvo la represión y se exigió la presentación con vida de los detenidos.”

Ya para 1967 estaba a la cabeza el llamado comandante Héctor Eladio Hernández Castillo, con quien se da un fuerte impulso militarista y de reclutamiento de militantes. Ellos mismos cuentan que para el agitado año de 1968 “teníamos días ya en la sierra practicando todo lo referente a la guerrilla”, y que tras los hechos de Tlatelolco se integraron al trabajo de coordinación con otros estados de la República, pero principalmente en Guadalajara y Oaxaca.

La especialidad de Ortiz Vides era la de fabricar explosivos y en eso adiestró –no sin accidentes mortales-- a buena parte del grupo, que durante la década de los 70 se hizo notar mediante la colocación de bombas, lo que hizo que dentro del ecosistema revolucionario de la época fueran conocidos como Los Bomberos.

Foto: Cuartoscuro

Unión del Pueblo buscó profesionalizar su lucha. Había que acabar, decían, con la dictadura priista e instaurar el socialismo. Los grupos subversivos se multiplicaron en el país, más con entusiasmo y voluntarismo, que con estructuras militares sólidas. Fueron víctimas del embate de los agentes del Estado y de una guerra sucia que los combatió al margen de cualquier apego a los derechos humanos.

Para 1978 el movimiento armado socialista mexicano se encontraba debilitado tras la cacería del Estado. Aun así, la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), el Frente Urbano Zapatista, los Comandos Armados de Chihuahua, el Frente Estudiantil Revolucionario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo y las Fuerzas de Liberación Nacional, entre otros, habían logrado resonancia en la opinión pública con acciones revolucionarias aisladas, secuestros de alto impacto y robo de bancos principalmente, que nunca lograron fortalecer un grupo revolucionario sólido, con apoyo popular.

Fue el año en que el gobierno del presidente José López Portillo decretó una amnistía para que los guerrilleros se rindieran y abrió el sistema de partidos políticos oficiales a las corrientes de izquierda. Unión del Pueblo, sin embargo, mantuvo su fe revolucionaria y buscó mantener prendida la llama de la inconformidad social.

Entre 1977 y 1978, UP hizo estallar más de 30 bombas en la ciudad de México, Guadalajara y Oaxaca, donde logró involucrarse en el conflicto universitario de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Los incendios más sonados fueron los de los almacenes capitalinos Astor y Blanco.

Los subversivos de izquierda que no habían sido detenidos o desaparecidos durante la etapa de la guerra sucia se negaron a entrar a ese juego y se mantuvieron en la clandestinidad. A principio de los años ochenta, la Unión del Pueblo se fundió con militantes sueltos de lo que quedaba de la guerrilla de Lucio Cabañas, el Partido de los Pobres, dando vida al Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo- Partido de los Pobres (Procup-Pdlp). Dedicaron esa década a reclutar campesinos y buscar estudiantes inconformes que estuvieran de acuerdo con la vía armada para tomar el poder.

En 1988 el Procup se replegó a una etapa de acumulación de fuerzas y a realizar acciones de alto impacto para financiarse. Secuestró, por ejemplo, al empresario Jorge Sekiguchi, por quien obtuvieron fuerte suma de rescate. En 1990 en una confusa acción de reparto de propaganda, militantes del Procup-Pdlp asesinaron a dos vigilantes del diario La Jornada.


APARECE EL EPR

En el mundo, el muro de Berlín cayó en 1992, desapareció la URSS y la crisis de la izquierda fue mundial y mayúscula. De momento, el neoliberalismo derrotaba los sueños comunista y socialista.

En la sierra mexicana, sin embargo, el Procup-Pdlp siguió reivindicando su fidelidad al socialismo y a su lineamiento político, estrategia y táctica de Guerra Popular Prolongada, contemplando todas las formas de lucha en torno a la lucha armada revolucionaria y considerando como factores estratégicos imprescindibles, la formación de un partido político encabezado por trabajadores, que son, a decir de Lenin, la única y auténtica vanguardia revolucionaria, la conformación en paralelo de un ejército revolucionario y un poderoso movimiento político de masas.

En ésas estaban cuando de pronto, el primer día de enero de 1994, el EZLN surgió para sacudir desde la selva lacandona los referentes políticos mexicanos, incluido, por supuesto, los de la guerrilla. Enfrentamientos reales con el Ejército mexicano, un líder carismático más poeta que militar, una narrativa indigenista no atendida previamente en el discurso guerrillero mexicano, y el establecimiento de conversaciones de paz a los diez días de iniciados los combates, le dieron una inusitada presencia nacional al zapatismo.

Foto: Cuartoscuro

Los primeros días de combate el Procup se solidarizó con el alzamiento indígena poniendo explosivos en el Estado de México y uno en Plaza Universidad de la Ciudad de México, pensando que se había encendido la mecha revolucionaria y se generalizaría la rebelión, lo que no sucedió.

Por el contrario, los zapatistas rechazaron el apoyo incendiario y comenzaron una ruta propia, más cercana a un movimiento social que a una guerrilla, lejana a dogmatismos ideológicos soviéticos o leninistas y reivindicando el indigenismo, la defensa del territorio, las autonomías, el medio ambientalismo y la lucha de las minorías marginadas.

Cuando el EZLN se sentó a dialogar en San Andrés Larráinzar, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari comenzó a hablar de guerrillas buenas (y negociadoras) y guerrillas malas (que insistían en la lucha armada) y a tejer la leyenda negra de un Procup malo, desprestigiado socialmente por violento. Es entonces, en mayo de 1994, hace 25 años, que el grupo armado decidió cambiar de nombre por razones estratégicas a Partido Democrático Popular Revolucionario, con su brazo armado, el Ejército Popular Revolucionario.

Ellos lo cuentan así: “En cuanto a la formación del Ejército Popular Revolucionario hay que anotar que éste surgió como el proceso dialéctico del desarrollo del PROCUP-PDLP, es falso argumentar que es producto de diferentes organizaciones. El EPR es producto y concreción de la tarea estratégica de la formalización y oficialización del ejército del pueblo, una de las tareas estratégicas del plan general que se había elaborado en 1994, plasmado en el documento de Tareas y objetivos en la presente etapa. Todas las tareas, planes y objetivos que se impulsaron y desarrollaron en 1994, 1995 y 1996 fueron hechos como PROCUP, el partido estaba preparando todo para el reinicio de las hostilidades militares contra las fuerzas centrales del enemigo. Bajo las mismas siglas se planifica la presentación pública de nuestro ejército en el vado de Aguas Blancas, en esas fechas ni siquiera se hablaba de la posibilidad de cambiar el nombre.”

En efecto, en junio de 1996, cuando se conmemoraba el aniversario del ataque represivo del vado de Aguas Blancas por parte del gobierno de Guerrero a un grupo de campesinos, el EPR hizo su primera aparición pública, misma que desconcertó a los asistentes, entre ellos el líder de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas, quien de bote pronto los calificó de pantomima, al desconocer si era un montaje gubernamental para desprestigiarlo. Acto seguido se dio una percusión militar en su contra que desata enfrentamientos los meses que van de junio a septiembre, sobre todo en la zona rural de Oaxaca y una parte de Guerrero.


DEPURACIONES Y NUEVO MILENIO

Una parte de la historia de este grupo han sido sus escisiones o, como ellos las llaman, sus depuraciones de militantes no comprometidos o que han incurrido en desviaciones ideológicas. Las principales formaron a su vez dos nuevas guerrillas: el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR), cuyas respectivas dirigencias acusaron al núcleo dirigente del EPR de rígido, autoritario, vertical, militarista, que a su vez los acusó de socialdemócratas, horizontalistas, de poner en riesgo la seguridad del grupo clandestino y, en suma, de alejarse de los principios marxistas leninistas ortodoxos a los que el EPR se mantiene fiel, pese a los vaivenes de la historia, ya que consideran que las leyes revolucionarias son inmutables.

Con la llegada del nuevo milenio vino la alternancia en el poder y el PAN, con Vicente Fox, ganó la Presidencia de la República. En general, la sociedad mexicana estaba lejos de desear un cambio armado, ellos, sin embargo, mantuvieron sus ideales y se integraron a las luchas del movimiento social de izquierda.

En agosto de 2001 un grupo guerrillero de reciente creación, las FARP, detonó petardos en tres sucursales de Banamex en el Distrito Federal y seis días después detuvieron por ese hecho, entre otros, a Héctor, Alejandro y Antonio Cerezo Contreras, a quienes se identificó como hijos de Tiburcio Cruz, quien sería el líder máximo del EPR, y de Emilia Contreras Rodríguez. Un juez los absolvió de los ataques al banco, pero les dictó auto de formal prisión por terrorismo, delincuencia organizada y violación de la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, en lo que se interpretó como una presión del Estado al líder eperrista.

Ese mismo mes, sin responder a las detenciones del gobierno, el EPR dijo en entrevista a la revista Proceso que habían reelaborado su estrategia, de tal suerte que ahora tendrían como eje la “guerra de guerrillas”, concentrada en el campo. Dijeron que opondrían la Guerra Popular Prolongada a la Guerra de Baja Intensidad del gobierno federal. Afirmó que el “Ejército del Pueblo” debe estar estructurado en forma piramidal: Milicias Armadas, Guerrillas Dispersas y Guerrillas Concentradas.

La vinculacióón eperrista con el movimiento social quedó más que evidenciada para los cuerpos de seguridad del Estado mexicano durante las movilizaciones de la APPO en Oaxaca en 2006 donde algunos de sus milicianos participaron de manera activa a través de varias organizaciones de corte social.


DESAPARICIONES FORZADAS

El 25 de mayo de 2007, en un operativo que hasta la fecha no se sabe con certeza si fue militar o policiaco, estatal o federal, en la capital de Oaxaca fueron detenidos y privados de su libertad Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya, quienes se sabría después militaban en el EPR. El primero con un alto rango y el segundo como un militante más de la base.

Este hecho hizo que el grupo guerrillero lanzara duros comunicados culpando al Estado mexicano de la desaparición forzada de sus militantes, ya que después de ser detenidos jamás fueron presentados a las autoridades ni a la opinión pública, lo que constituye un delito de lesa humanidad. Ni el gobierno estatal, que encabezaba entonces Ulises Ruiz, ni el federal, con Felipe Calderón como Presidente de la República reconocieron la aprehensión, ni dieron fe de su paradero.

En julio la ira explotó. Del 5 al 10 de julio el EPR hizo estallar ocho cargas explosivas en ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) ubicados en Celaya, Salamanca y Valle de Santiago, Guanajuato, y en la válvula de seccionamiento de la casa de válvulas de los ductos de la paraestatal en la comunidad Presa de Bravo, municipio de Corregidora, Querétaro, como parte de una campaña de hostigamiento al gobierno de Felipe Calderón por la desaparición de sus militantes.

Después de esas acciones no siguió ningún otro atentado, pero sí muchos comunicados amenazando con grandes ofensivas guerrilleras hasta que aparecieran Cruz Sánchez y Reyes Amaya. Nada. Un año después, en mayo de 2008, el gobierno federal aceptó instalar una comisión de mediación con los guerrilleros para buscar a sus militantes.

Foto: Cuartoscuro

La Comisión estaba integrada, a petición de los subversivos, por Carlos Montemayor, Miguel Ángel Granados Chapa, Gilberto López y Rivas, el obispo Samuel Ruiz García, Enrique González Ruiz, Juan de Dios Hernández Monge y la entonces senadora Rosario Ibarra de Piedra, los tres últimos integrantes del Frente Nacional Contra la Represión.

Se investigó, se recogieron versiones, se visitaron lugares sin ningún resultado. El EPR se atoró ahí, demandando la aparición de sus dos militantes, denunciando el mal gobierno y pidiendo, comunicado tras comunicado, la unión del pueblo para establecer todas las formas posibles de lucha y derrocar al gobierno capitalista. Al final, nada. Con el paso de los años la Comed se desintegró, murieron algunos de sus integrantes. El tiempo se detuvo para la guerrilla.


EL MOMENTO ACTUAL

Pasaron Calderón y su guerra contra las drogas. Llegó Enrique Peña Nieto y la desaparición, en 2014, de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, que se volvieron iconos de las luchas de la izquierda radical en el país, que se sumaron a su exigencia de presentación con vida, junto con la de sus militantes.

En 2014, en el marco de su 50 aniversario como guerrilla, los eperristas tuvieron un raro momento de autocrítica –generalmente ausente en sus comunicados—durante una entrevista con el reportero Zózimo Camacho de la revista Contralínea, a quien en su edición del 20 de enero reconocieron que en todo ese tiempo no habían podido tomar el poder porque “mientras las condiciones objetivas para la revolución están dadas, las subjetivas no han logrado desarrollarse (…) las fuerzas revolucionarias no han logrado construir el sujeto revolucionario que demanda esta lucha… (no han conseguido) forjar revolucionarios para toda la vida”.

Con los años, los comunicados del grupo guerrillero se han ido espaciando uno del otro, aunque mes con mes emiten su órgano de análisis y difusión llamado El Insurgente, donde mantienen su discurso anti imperialista, anti capitalista y más marxista leninista que nunca, aun cuando la izquierda en el mundo fue adquiriendo discursos emergentes: ambientalistas, indigenistas, altermundistas, de protección de los territorios, con enfoque de género, de derechos humanos y sexuales, de legalización de las drogas, de reconocimiento de las nuevas formas de capitalismo que han alterado la composición de la clase trabajadora tal y como la conceptualizaron en el siglo XIX Marx y Engels. Nada de eso aparece en su discurso. En sus más recientes comunicados mantienen su fe en la viabilidad de la lucha revolucionaria tal y como fue planteada por Lenin y Marx, partiendo del hecho de que las leyes sociales establecidas por ellos son inmutables.

Desconfían del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al que califican como “un gerente” más de la burguesía para proteger sus intereses, aunque revestido de un discurso “pretendidamente” social, que no socialista y jamás comunista. No se les conocen recientes acciones violentas, ni de acumulación de fuerza, ni secuestros, que ellos mismos reconocieron que dejaron de hacer desde el año de 1999.

Y así llegaron a su 25 aniversario como EPR, y 55 de lucha revolucionaria. Sin ser el principal foco de preocupación de los órganos de inteligencia del Estado, apurados en buscar narcos y bandas de secuestradores, que son los principales objetivos de la seguridad nacional en nuestros días.

Los núcleos de inconformidad social no han desaparecido, ni la pobreza, ni la violencia autoritaria que da pie a las expresiones armadas de la lucha social. Hay todavía simpatizantes de la vía no electoral para transformar el sistema político, pero aun cuando abrevan de esa tradición revolucionaria, estarían adaptando su discurso a las nuevas circunstancias del país y del mundo, un tanto alejadas de la rigidez del núcleo central del EPR, a quien después de más de cinco décadas de presencia también le ha de tocar un necesario relevo generacional.


ajimac@gmail.com



Hace 25 años, en 1994, se fundó el Ejército Popular Revolucionario, brazo armado del Partido Democrático Popular Revolucionario, que dice buscar, mediante el uso de las armas, el cambio del sistema político capitalista dominante en México e instaurar en el país una República Socialista Democrática, similar a la de Cuba o Vietnam.

En realidad, sus antecedentes revolucionarios datan de 1964, cuando la efervescencia revolucionaria en el mundo, y en América Latina en especial, estaba en su máximo esplendor, producto del triunfo de la revolución cubana en 1960. Los grupos guerrilleros se extendieron por todo el continente, animados por las icónicas figuras del Che Guevara y Fidel Castro.

Encerrados en su trinchera leninista, los militantes del EPR han visto pasar, desde hace 55 años, toda una gama de corrientes ideológicas en México y el mundo, sin que ellos modifiquen un ápice su propuesta revolucionaria de tomar el poder e instaurar el socialismo con una vanguardia obrera. Esto habla de una congruencia ideológica que va de lo ejemplar a lo testarudo, según se quiera ver.


LA HISTORIA

En un libro editado hace cinco años en el que relatan su historia, los eperristas aseguran que en 1964 se fundó el primer núcleo del partido, que habría de conocerse como Unión del Pueblo.

Dicen:

“Respecto a quiénes fueron los fundadores del partido se ha difundido erróneamente que (el guerrillero guatemalteco) José María Ortiz Vides fue el fundador, cosa muy equivocada, “Chema” se deslumbró por el desarrollo que el grupo tenía cuando nos conoce y conceptualizó erróneamente la situación que vivía el país, asumió que existía una situación revolucionaria directa (tiempo de la insurrección). El núcleo inicial de la Unión del Pueblo (UP) estuvo integrado por el Dr. Jaime Bali West, Carlos Perzabal Marcué, Nuria Boldó, Teresa Losada y Héctor Zamudio de la Universidad de Chapingo a los cuales lamentablemente “Chema” los delató y expuso (cuando fue detenido en 1972) dándose las primeras detenciones y la persecución policiaca, a lo que se respondió con un repliegue a la clandestinidad y con el hostigamiento se detuvo la represión y se exigió la presentación con vida de los detenidos.”

Ya para 1967 estaba a la cabeza el llamado comandante Héctor Eladio Hernández Castillo, con quien se da un fuerte impulso militarista y de reclutamiento de militantes. Ellos mismos cuentan que para el agitado año de 1968 “teníamos días ya en la sierra practicando todo lo referente a la guerrilla”, y que tras los hechos de Tlatelolco se integraron al trabajo de coordinación con otros estados de la República, pero principalmente en Guadalajara y Oaxaca.

La especialidad de Ortiz Vides era la de fabricar explosivos y en eso adiestró –no sin accidentes mortales-- a buena parte del grupo, que durante la década de los 70 se hizo notar mediante la colocación de bombas, lo que hizo que dentro del ecosistema revolucionario de la época fueran conocidos como Los Bomberos.

Foto: Cuartoscuro

Unión del Pueblo buscó profesionalizar su lucha. Había que acabar, decían, con la dictadura priista e instaurar el socialismo. Los grupos subversivos se multiplicaron en el país, más con entusiasmo y voluntarismo, que con estructuras militares sólidas. Fueron víctimas del embate de los agentes del Estado y de una guerra sucia que los combatió al margen de cualquier apego a los derechos humanos.

Para 1978 el movimiento armado socialista mexicano se encontraba debilitado tras la cacería del Estado. Aun así, la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), el Frente Urbano Zapatista, los Comandos Armados de Chihuahua, el Frente Estudiantil Revolucionario, las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo y las Fuerzas de Liberación Nacional, entre otros, habían logrado resonancia en la opinión pública con acciones revolucionarias aisladas, secuestros de alto impacto y robo de bancos principalmente, que nunca lograron fortalecer un grupo revolucionario sólido, con apoyo popular.

Fue el año en que el gobierno del presidente José López Portillo decretó una amnistía para que los guerrilleros se rindieran y abrió el sistema de partidos políticos oficiales a las corrientes de izquierda. Unión del Pueblo, sin embargo, mantuvo su fe revolucionaria y buscó mantener prendida la llama de la inconformidad social.

Entre 1977 y 1978, UP hizo estallar más de 30 bombas en la ciudad de México, Guadalajara y Oaxaca, donde logró involucrarse en el conflicto universitario de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Los incendios más sonados fueron los de los almacenes capitalinos Astor y Blanco.

Los subversivos de izquierda que no habían sido detenidos o desaparecidos durante la etapa de la guerra sucia se negaron a entrar a ese juego y se mantuvieron en la clandestinidad. A principio de los años ochenta, la Unión del Pueblo se fundió con militantes sueltos de lo que quedaba de la guerrilla de Lucio Cabañas, el Partido de los Pobres, dando vida al Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo- Partido de los Pobres (Procup-Pdlp). Dedicaron esa década a reclutar campesinos y buscar estudiantes inconformes que estuvieran de acuerdo con la vía armada para tomar el poder.

En 1988 el Procup se replegó a una etapa de acumulación de fuerzas y a realizar acciones de alto impacto para financiarse. Secuestró, por ejemplo, al empresario Jorge Sekiguchi, por quien obtuvieron fuerte suma de rescate. En 1990 en una confusa acción de reparto de propaganda, militantes del Procup-Pdlp asesinaron a dos vigilantes del diario La Jornada.


APARECE EL EPR

En el mundo, el muro de Berlín cayó en 1992, desapareció la URSS y la crisis de la izquierda fue mundial y mayúscula. De momento, el neoliberalismo derrotaba los sueños comunista y socialista.

En la sierra mexicana, sin embargo, el Procup-Pdlp siguió reivindicando su fidelidad al socialismo y a su lineamiento político, estrategia y táctica de Guerra Popular Prolongada, contemplando todas las formas de lucha en torno a la lucha armada revolucionaria y considerando como factores estratégicos imprescindibles, la formación de un partido político encabezado por trabajadores, que son, a decir de Lenin, la única y auténtica vanguardia revolucionaria, la conformación en paralelo de un ejército revolucionario y un poderoso movimiento político de masas.

En ésas estaban cuando de pronto, el primer día de enero de 1994, el EZLN surgió para sacudir desde la selva lacandona los referentes políticos mexicanos, incluido, por supuesto, los de la guerrilla. Enfrentamientos reales con el Ejército mexicano, un líder carismático más poeta que militar, una narrativa indigenista no atendida previamente en el discurso guerrillero mexicano, y el establecimiento de conversaciones de paz a los diez días de iniciados los combates, le dieron una inusitada presencia nacional al zapatismo.

Foto: Cuartoscuro

Los primeros días de combate el Procup se solidarizó con el alzamiento indígena poniendo explosivos en el Estado de México y uno en Plaza Universidad de la Ciudad de México, pensando que se había encendido la mecha revolucionaria y se generalizaría la rebelión, lo que no sucedió.

Por el contrario, los zapatistas rechazaron el apoyo incendiario y comenzaron una ruta propia, más cercana a un movimiento social que a una guerrilla, lejana a dogmatismos ideológicos soviéticos o leninistas y reivindicando el indigenismo, la defensa del territorio, las autonomías, el medio ambientalismo y la lucha de las minorías marginadas.

Cuando el EZLN se sentó a dialogar en San Andrés Larráinzar, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari comenzó a hablar de guerrillas buenas (y negociadoras) y guerrillas malas (que insistían en la lucha armada) y a tejer la leyenda negra de un Procup malo, desprestigiado socialmente por violento. Es entonces, en mayo de 1994, hace 25 años, que el grupo armado decidió cambiar de nombre por razones estratégicas a Partido Democrático Popular Revolucionario, con su brazo armado, el Ejército Popular Revolucionario.

Ellos lo cuentan así: “En cuanto a la formación del Ejército Popular Revolucionario hay que anotar que éste surgió como el proceso dialéctico del desarrollo del PROCUP-PDLP, es falso argumentar que es producto de diferentes organizaciones. El EPR es producto y concreción de la tarea estratégica de la formalización y oficialización del ejército del pueblo, una de las tareas estratégicas del plan general que se había elaborado en 1994, plasmado en el documento de Tareas y objetivos en la presente etapa. Todas las tareas, planes y objetivos que se impulsaron y desarrollaron en 1994, 1995 y 1996 fueron hechos como PROCUP, el partido estaba preparando todo para el reinicio de las hostilidades militares contra las fuerzas centrales del enemigo. Bajo las mismas siglas se planifica la presentación pública de nuestro ejército en el vado de Aguas Blancas, en esas fechas ni siquiera se hablaba de la posibilidad de cambiar el nombre.”

En efecto, en junio de 1996, cuando se conmemoraba el aniversario del ataque represivo del vado de Aguas Blancas por parte del gobierno de Guerrero a un grupo de campesinos, el EPR hizo su primera aparición pública, misma que desconcertó a los asistentes, entre ellos el líder de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas, quien de bote pronto los calificó de pantomima, al desconocer si era un montaje gubernamental para desprestigiarlo. Acto seguido se dio una percusión militar en su contra que desata enfrentamientos los meses que van de junio a septiembre, sobre todo en la zona rural de Oaxaca y una parte de Guerrero.


DEPURACIONES Y NUEVO MILENIO

Una parte de la historia de este grupo han sido sus escisiones o, como ellos las llaman, sus depuraciones de militantes no comprometidos o que han incurrido en desviaciones ideológicas. Las principales formaron a su vez dos nuevas guerrillas: el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) y Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR), cuyas respectivas dirigencias acusaron al núcleo dirigente del EPR de rígido, autoritario, vertical, militarista, que a su vez los acusó de socialdemócratas, horizontalistas, de poner en riesgo la seguridad del grupo clandestino y, en suma, de alejarse de los principios marxistas leninistas ortodoxos a los que el EPR se mantiene fiel, pese a los vaivenes de la historia, ya que consideran que las leyes revolucionarias son inmutables.

Con la llegada del nuevo milenio vino la alternancia en el poder y el PAN, con Vicente Fox, ganó la Presidencia de la República. En general, la sociedad mexicana estaba lejos de desear un cambio armado, ellos, sin embargo, mantuvieron sus ideales y se integraron a las luchas del movimiento social de izquierda.

En agosto de 2001 un grupo guerrillero de reciente creación, las FARP, detonó petardos en tres sucursales de Banamex en el Distrito Federal y seis días después detuvieron por ese hecho, entre otros, a Héctor, Alejandro y Antonio Cerezo Contreras, a quienes se identificó como hijos de Tiburcio Cruz, quien sería el líder máximo del EPR, y de Emilia Contreras Rodríguez. Un juez los absolvió de los ataques al banco, pero les dictó auto de formal prisión por terrorismo, delincuencia organizada y violación de la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, en lo que se interpretó como una presión del Estado al líder eperrista.

Ese mismo mes, sin responder a las detenciones del gobierno, el EPR dijo en entrevista a la revista Proceso que habían reelaborado su estrategia, de tal suerte que ahora tendrían como eje la “guerra de guerrillas”, concentrada en el campo. Dijeron que opondrían la Guerra Popular Prolongada a la Guerra de Baja Intensidad del gobierno federal. Afirmó que el “Ejército del Pueblo” debe estar estructurado en forma piramidal: Milicias Armadas, Guerrillas Dispersas y Guerrillas Concentradas.

La vinculacióón eperrista con el movimiento social quedó más que evidenciada para los cuerpos de seguridad del Estado mexicano durante las movilizaciones de la APPO en Oaxaca en 2006 donde algunos de sus milicianos participaron de manera activa a través de varias organizaciones de corte social.


DESAPARICIONES FORZADAS

El 25 de mayo de 2007, en un operativo que hasta la fecha no se sabe con certeza si fue militar o policiaco, estatal o federal, en la capital de Oaxaca fueron detenidos y privados de su libertad Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya, quienes se sabría después militaban en el EPR. El primero con un alto rango y el segundo como un militante más de la base.

Este hecho hizo que el grupo guerrillero lanzara duros comunicados culpando al Estado mexicano de la desaparición forzada de sus militantes, ya que después de ser detenidos jamás fueron presentados a las autoridades ni a la opinión pública, lo que constituye un delito de lesa humanidad. Ni el gobierno estatal, que encabezaba entonces Ulises Ruiz, ni el federal, con Felipe Calderón como Presidente de la República reconocieron la aprehensión, ni dieron fe de su paradero.

En julio la ira explotó. Del 5 al 10 de julio el EPR hizo estallar ocho cargas explosivas en ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) ubicados en Celaya, Salamanca y Valle de Santiago, Guanajuato, y en la válvula de seccionamiento de la casa de válvulas de los ductos de la paraestatal en la comunidad Presa de Bravo, municipio de Corregidora, Querétaro, como parte de una campaña de hostigamiento al gobierno de Felipe Calderón por la desaparición de sus militantes.

Después de esas acciones no siguió ningún otro atentado, pero sí muchos comunicados amenazando con grandes ofensivas guerrilleras hasta que aparecieran Cruz Sánchez y Reyes Amaya. Nada. Un año después, en mayo de 2008, el gobierno federal aceptó instalar una comisión de mediación con los guerrilleros para buscar a sus militantes.

Foto: Cuartoscuro

La Comisión estaba integrada, a petición de los subversivos, por Carlos Montemayor, Miguel Ángel Granados Chapa, Gilberto López y Rivas, el obispo Samuel Ruiz García, Enrique González Ruiz, Juan de Dios Hernández Monge y la entonces senadora Rosario Ibarra de Piedra, los tres últimos integrantes del Frente Nacional Contra la Represión.

Se investigó, se recogieron versiones, se visitaron lugares sin ningún resultado. El EPR se atoró ahí, demandando la aparición de sus dos militantes, denunciando el mal gobierno y pidiendo, comunicado tras comunicado, la unión del pueblo para establecer todas las formas posibles de lucha y derrocar al gobierno capitalista. Al final, nada. Con el paso de los años la Comed se desintegró, murieron algunos de sus integrantes. El tiempo se detuvo para la guerrilla.


EL MOMENTO ACTUAL

Pasaron Calderón y su guerra contra las drogas. Llegó Enrique Peña Nieto y la desaparición, en 2014, de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, que se volvieron iconos de las luchas de la izquierda radical en el país, que se sumaron a su exigencia de presentación con vida, junto con la de sus militantes.

En 2014, en el marco de su 50 aniversario como guerrilla, los eperristas tuvieron un raro momento de autocrítica –generalmente ausente en sus comunicados—durante una entrevista con el reportero Zózimo Camacho de la revista Contralínea, a quien en su edición del 20 de enero reconocieron que en todo ese tiempo no habían podido tomar el poder porque “mientras las condiciones objetivas para la revolución están dadas, las subjetivas no han logrado desarrollarse (…) las fuerzas revolucionarias no han logrado construir el sujeto revolucionario que demanda esta lucha… (no han conseguido) forjar revolucionarios para toda la vida”.

Con los años, los comunicados del grupo guerrillero se han ido espaciando uno del otro, aunque mes con mes emiten su órgano de análisis y difusión llamado El Insurgente, donde mantienen su discurso anti imperialista, anti capitalista y más marxista leninista que nunca, aun cuando la izquierda en el mundo fue adquiriendo discursos emergentes: ambientalistas, indigenistas, altermundistas, de protección de los territorios, con enfoque de género, de derechos humanos y sexuales, de legalización de las drogas, de reconocimiento de las nuevas formas de capitalismo que han alterado la composición de la clase trabajadora tal y como la conceptualizaron en el siglo XIX Marx y Engels. Nada de eso aparece en su discurso. En sus más recientes comunicados mantienen su fe en la viabilidad de la lucha revolucionaria tal y como fue planteada por Lenin y Marx, partiendo del hecho de que las leyes sociales establecidas por ellos son inmutables.

Desconfían del gobierno de Andrés Manuel López Obrador al que califican como “un gerente” más de la burguesía para proteger sus intereses, aunque revestido de un discurso “pretendidamente” social, que no socialista y jamás comunista. No se les conocen recientes acciones violentas, ni de acumulación de fuerza, ni secuestros, que ellos mismos reconocieron que dejaron de hacer desde el año de 1999.

Y así llegaron a su 25 aniversario como EPR, y 55 de lucha revolucionaria. Sin ser el principal foco de preocupación de los órganos de inteligencia del Estado, apurados en buscar narcos y bandas de secuestradores, que son los principales objetivos de la seguridad nacional en nuestros días.

Los núcleos de inconformidad social no han desaparecido, ni la pobreza, ni la violencia autoritaria que da pie a las expresiones armadas de la lucha social. Hay todavía simpatizantes de la vía no electoral para transformar el sistema político, pero aun cuando abrevan de esa tradición revolucionaria, estarían adaptando su discurso a las nuevas circunstancias del país y del mundo, un tanto alejadas de la rigidez del núcleo central del EPR, a quien después de más de cinco décadas de presencia también le ha de tocar un necesario relevo generacional.


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