/ martes 16 de octubre de 2018

"Quería llegar a 100 chicas o más, pero las que maté... son muy pocas: Monstruo de Ecatepec

“El Terror Verde” o “El Monstruo de Ecatepec” estuvo en todo momento atento a las investigaciones que realizaban la policía municipal, estatal y de investigación del Estado de México, pues a los familiares de sus víctimas los conocía e inclusive narró cómo se coló entre los curiosos cuando fueron descubiertos restos humanos de las mujeres que él mismo asesinó, descuartizó y fue a tirar a predios de la colonia Jardines de Morelos.

Según los hechos asentados en la carpeta de investigación correspondiente, en una ocasión una mujer de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México llegó a la vecindad donde él vivía y donde investigaban la desaparición de las mujeres que él había descuartizado. Esta fue su narración:

“Ese día, policías investigaban la desaparición de Samantha. Se presentó también la fiscal, entrevistó a ciertos vecinos, me llamó a mí. Me hizo preguntas sobre Samantha, sobre qué sabía yo, di la información sobre una camioneta negra, yo les dije que vi que la frecuentaba una persona de una camioneta negra, nada más eso comenté y lo firmé. También lo firmó mi esposa, la fiscal cuando nos fue a ver solo entrevistó a los vecinos; temía que subiera a mi casa, porque ahí tenía yo a Samantha, aún tenía restos de ella, si subía y la veía, tenía que matar también a la fiscal, esto el 25 de abril 2018 fue que maté a Samantha".

Fotos: La Prensa

Yo quería llegar a 100 chicas o más, pero las que maté es una madre, son muy pocas.

Y continuó: "Quiero que quede asentado primero, que se me conozca como El Terror Verde, ya que así me pusieron en la milicia, y segundo no tengo remordimiento alguno, lo hice y lo volvería hacer otra vez”.

También atacó en Tultitlán y CDMX

“El Monstruo de Ecatepec” también asesinó a golpes y por estrangulamiento a por lo menos cinco mujeres más en la Ciudad de México y en el municipio de Tultitlán, tres de las cuales -dijo- eran prostitutas.

A dos de ellas las ultimó en un hotel de la Zona Rosa y a otra en el hotel Tepeyac, en Gustavo A. Madero, y también asesinó a “La Jicaleta” en la calle de Jesús Carranza, en el barrio de Tepito.

Juan Carlos “N” declaró ante el ministerio público de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México que siempre estuvo en contacto con familiares de sus víctimas y que muchos le pedían información de las desaparecidas.

Incluso en una ocasión, cuando iba a tirar los restos humanos de una menor que había matado y que llevaba entre basura y costales en un diablito, la mamá de la jovencita le dijo: “Juan Carlos y, ¿ahora a quién vas a tirar?, lo que sólo le dio risa, pues ahí llevaba los restos de su hija que todos buscaban, incluso la policía.

Los celulares y algunas alhajas que despojaron a las mujeres que asesinaron y descuartizaron, los vendieron y con ese dinero pagaban la renta de los domicilios donde vivían y donde cometieron una serie de crímenes atroces contra más de 20 mujeres.

El escenario de estos hechos escalofriantes fue un sillón viejo de su sala, donde se sentaron sus víctimas; la recámara, donde atacaba sexualmente a las mujeres y el principal lugar de horror fue el cuarto de baño.

Ahí, es donde una vez que las desvanecía con una llave que les aplicaba y que aprendió en la milicia, las arrastraba y ahí, en ese baño, procedía a arrancar el corazón, a filetear, descuartizar y a separar los restos humanos de sus víctimas.

A algunas las llevó a su casa con la promesa de darles trabajo; a otras, con venderles ropa y quesos; a otras con el engaño de regalarles ropa para sus hijos y, ya estando dentro de su casa, las encerraba, algunas las emborrachaba y atacaba sexualmente, y a otras les decía que estaban secuestradas y que su esposo las había mandado a secuestrar.

Tras ultrajarlas, asesinarlas y descuartizarlas, tasajearon parte de los muslos de sus piernas como bisteces; los frieron con aceite y los comieron con salsa y tortillas.

La carne humana también la prepararon en pozole y en caldo como de res y también los comieron. “Estaban deliciosos”, narra Juan Carlos, “sobre todo cuando las mujeres habían tomado alcohol y se habían puesto borrachas. Su carne estaba muy deliciosa”, asegura.

Foto: Cuartoscuro

Los corazones que les arrancó a sus víctimas, los conservó en frascos de alcohol Tonaya y los colocaron en un altar como ofrenda a la Santa Muerte.

Los cráneos y huesos se los vendieron en 500 pesos a un hombre dedicado a la santería que sólo conocen como “El Bons”, quien es buscado por la Policía Municipal de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de México y por agentes de Investigación de la Fiscalía General de Justicia de la entidad mexiquense, a fin de que declare en torno a las acusaciones que obran en su contra.

La grasa y otros restos humanos de sus víctimas los fueron a tirar a diferentes predios y en algunos, los enterró; otros los metió en botes de diez litros y les echó cemento, en tanto que otros, los quemó en un tambo que acondicionó Juan Carlos y le llamaba su horno.

Este hecho de horror, uno de los más escalofriante de la historia criminal en México, se desarrolló durante diez años por la pareja feminicida que mantuvo en jaque a todo el sistema de seguridad pública y procuración de justicia de la entidad mexiquense.


“El Terror Verde” o “El Monstruo de Ecatepec” estuvo en todo momento atento a las investigaciones que realizaban la policía municipal, estatal y de investigación del Estado de México, pues a los familiares de sus víctimas los conocía e inclusive narró cómo se coló entre los curiosos cuando fueron descubiertos restos humanos de las mujeres que él mismo asesinó, descuartizó y fue a tirar a predios de la colonia Jardines de Morelos.

Según los hechos asentados en la carpeta de investigación correspondiente, en una ocasión una mujer de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México llegó a la vecindad donde él vivía y donde investigaban la desaparición de las mujeres que él había descuartizado. Esta fue su narración:

“Ese día, policías investigaban la desaparición de Samantha. Se presentó también la fiscal, entrevistó a ciertos vecinos, me llamó a mí. Me hizo preguntas sobre Samantha, sobre qué sabía yo, di la información sobre una camioneta negra, yo les dije que vi que la frecuentaba una persona de una camioneta negra, nada más eso comenté y lo firmé. También lo firmó mi esposa, la fiscal cuando nos fue a ver solo entrevistó a los vecinos; temía que subiera a mi casa, porque ahí tenía yo a Samantha, aún tenía restos de ella, si subía y la veía, tenía que matar también a la fiscal, esto el 25 de abril 2018 fue que maté a Samantha".

Fotos: La Prensa

Yo quería llegar a 100 chicas o más, pero las que maté es una madre, son muy pocas.

Y continuó: "Quiero que quede asentado primero, que se me conozca como El Terror Verde, ya que así me pusieron en la milicia, y segundo no tengo remordimiento alguno, lo hice y lo volvería hacer otra vez”.

También atacó en Tultitlán y CDMX

“El Monstruo de Ecatepec” también asesinó a golpes y por estrangulamiento a por lo menos cinco mujeres más en la Ciudad de México y en el municipio de Tultitlán, tres de las cuales -dijo- eran prostitutas.

A dos de ellas las ultimó en un hotel de la Zona Rosa y a otra en el hotel Tepeyac, en Gustavo A. Madero, y también asesinó a “La Jicaleta” en la calle de Jesús Carranza, en el barrio de Tepito.

Juan Carlos “N” declaró ante el ministerio público de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México que siempre estuvo en contacto con familiares de sus víctimas y que muchos le pedían información de las desaparecidas.

Incluso en una ocasión, cuando iba a tirar los restos humanos de una menor que había matado y que llevaba entre basura y costales en un diablito, la mamá de la jovencita le dijo: “Juan Carlos y, ¿ahora a quién vas a tirar?, lo que sólo le dio risa, pues ahí llevaba los restos de su hija que todos buscaban, incluso la policía.

Los celulares y algunas alhajas que despojaron a las mujeres que asesinaron y descuartizaron, los vendieron y con ese dinero pagaban la renta de los domicilios donde vivían y donde cometieron una serie de crímenes atroces contra más de 20 mujeres.

El escenario de estos hechos escalofriantes fue un sillón viejo de su sala, donde se sentaron sus víctimas; la recámara, donde atacaba sexualmente a las mujeres y el principal lugar de horror fue el cuarto de baño.

Ahí, es donde una vez que las desvanecía con una llave que les aplicaba y que aprendió en la milicia, las arrastraba y ahí, en ese baño, procedía a arrancar el corazón, a filetear, descuartizar y a separar los restos humanos de sus víctimas.

A algunas las llevó a su casa con la promesa de darles trabajo; a otras, con venderles ropa y quesos; a otras con el engaño de regalarles ropa para sus hijos y, ya estando dentro de su casa, las encerraba, algunas las emborrachaba y atacaba sexualmente, y a otras les decía que estaban secuestradas y que su esposo las había mandado a secuestrar.

Tras ultrajarlas, asesinarlas y descuartizarlas, tasajearon parte de los muslos de sus piernas como bisteces; los frieron con aceite y los comieron con salsa y tortillas.

La carne humana también la prepararon en pozole y en caldo como de res y también los comieron. “Estaban deliciosos”, narra Juan Carlos, “sobre todo cuando las mujeres habían tomado alcohol y se habían puesto borrachas. Su carne estaba muy deliciosa”, asegura.

Foto: Cuartoscuro

Los corazones que les arrancó a sus víctimas, los conservó en frascos de alcohol Tonaya y los colocaron en un altar como ofrenda a la Santa Muerte.

Los cráneos y huesos se los vendieron en 500 pesos a un hombre dedicado a la santería que sólo conocen como “El Bons”, quien es buscado por la Policía Municipal de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de México y por agentes de Investigación de la Fiscalía General de Justicia de la entidad mexiquense, a fin de que declare en torno a las acusaciones que obran en su contra.

La grasa y otros restos humanos de sus víctimas los fueron a tirar a diferentes predios y en algunos, los enterró; otros los metió en botes de diez litros y les echó cemento, en tanto que otros, los quemó en un tambo que acondicionó Juan Carlos y le llamaba su horno.

Este hecho de horror, uno de los más escalofriante de la historia criminal en México, se desarrolló durante diez años por la pareja feminicida que mantuvo en jaque a todo el sistema de seguridad pública y procuración de justicia de la entidad mexiquense.


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