Cafeterías y restaurantes cerraron sus puertas este lunes en Bélgica como resultado de una nueva fase de restricciones que durará por lo menos un mes, y que el gobierno justifica por el dramático repunte en el número de contagios del nuevo coronavirus.
"No nos sentimos tenidos en cuenta y me duele el corazón (...) Ya no puedo más", dijo, con a voz rota por la emoción, Angelo Bussi, propietario de un restaurante en Bruselas el domingo por la noche, cuando recibía a sus últimos clientes antes del inicio de la cuarentena.
"Los empleados, los cocineros, todo el mundo está sufriendo", agregó, y recordó que el sector ya ha tenido que pasar casi tres meses de encierro entre mediados de marzo y principios de junio.
El lunes por la mañana tiendas que preparan comida para llevar pudieron abrir, especialmente en el llamado distrito europeo de Bruselas (donde se sitúan las instituciones ligadas a la Unión Europea), pero son la excepción.
A partir del anuncio el viernes de los cierres, que van acompañados de un toque de queda entre la medianoche y las 05h00 de la mañana (a partir del lunes por la noche), los funcionarios del sector habían lamentado lo que definen como un "desastre".
El primer ministro belga, Alexander De Croo, anunció el viernes por la noche el cierre de cafés y restaurantes durante un mes, destacando el crecimiento "exponencial" de la pandemia en este país de 11,5 millones de habitantes. En dos semanas, las autoridades harán una evaluación de las medidas.
Como consecuencia del fuerte repunte de los contagios desde septiembre, especialmente entre los jóvenes y los estudiantes, el número de hospitalizaciones y decesos (que afectan especialmente a los ancianos y personas frágiles) se ha acelerado en días recientes.
Bélgica tenía había registrado hasta el lunes 222.253 casos de coronavirus (una cifra que se ha más que duplicado en un mes) y 10.413 muertes, lo que lo convierte en uno de los países europeos más golpeados por la pandemia.