Toyin Jacob, una comerciante de 60 años de Lagos, la capital económica de Nigeria, nunca pensó que un día tendría que depender de la caridad para vivir. Antes de la pandemia eran sus vecinos pobres de la barriada de Makoko quienes recibían la ayuda humanitaria.
En comparación con las familias de pescadores que viven en barracas, sin agua ni electricidad, Jacob tenía suerte, con una casa con corriente eléctrica al borde de una carretera asfaltada.
Su hija estudiaba y su hijo tenía trabajo. Pero en poco más de un año todo cambió. Primero falleció su marido y después "llegó el coronavirus" y la crisis económica.
Su pequeño comercio le daba para comer pero el confinamiento de cinco semanas decretado en abril cortó sus magros ingresos.
"No vendimos nada, y después ya no había suficiente dinero para reimpulsar la actividad", explica Jacob, quien se vio obligada a vender la mayoría de los bienes de su casa para sobrevivir.
En pocos meses, la comerciante cayó en la pobreza extrema y ahora depende casi exclusivamente de la solidaridad de sus vecinos para sobrevivir.
"Todavía sigo sin poder reponerme", afirma, desamparada.
Lo justo para comer
Nigeria, con 200 millones de habitantes, ya tenía 88 millones de personas que vivían con menos de 1,90 dólares diarios. Junto con India es el país con más pobres del mundo.
Este año habrá 7 millones más, estima el Banco Mundial.
Según esta organización, serán pobres "más urbanos" y "con más formación educativa", víctimas del coronavirus y de sus devastadores efectos en la mayor economía del continente.
Normalmente en Nigeria la pobreza extrema afecta sobre todo a las zonas rurales, pero los habitantes de las ciudades se han visto muy golpeados por el confinamiento, señala el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
En la segunda ciudad más grande del país, Kano, el número de habitantes que padecen hambre se ha triplicado entre el comienzo de 2020 y el verano (boreal) hasta llegar a 1,5 millones de personas.
Para responder a este creciente sufrimiento económico en las ciudades, la agencia de la ONU, que solía intervenir sólo en zonas rurales, lanzó en mayo con el gobierno nigeriano la distribución de ayuda humanitaria en Lagos, Abuja (centro) y Kano (norte).
Este viernes, Jacob recibió -como 68.000 hogares de Lagos desde octubre - 37.000 nairas (76 euros, 93 dólares), el equivalente a dos meses de comida.
Esta ayuda debería permitirles "recuperarse después del shock", explica a la AFP Chi Lael, responsable de comunicación del PMA en Nigeria.
"A algunos les permitirá comprar bienes para poder relanzar sus actividades", dice. Y a otros, comida.
Una gota de agua
En el barrio de casuchas flotantes adyacente a la casa de Jacob, los habitantes ya eran muy pobres antes del coronavirus. Y la pandemia, que ha infectado a 92.705 personas en Nigeria y causado 1.319 muertos, los ha hundido en la miseria más extrema.
Bajo un calor tórrido, Bidemi Aye permanece inmóvil en su refugio, un cuarto sin puerta construido con bambú. Sostiene a su hijo de 3 años en el regazo con la mirada perdida en la nada.
Es la una de la tarde y aún no han probado bocado.
Su marido vende pescado, pero con lo poco que trae a casa cada noche, su familia solo puede comer una vez al día. "Desde el coronavirus, es peor", dice esta joven que desconoce su edad y aparenta unos veinte años. "Sobrevivimos por la gracia de Dios".
A su alrededor, cientos de miles de personas sobreviven entre desechos, en cabañas sobre pilotes.
Aquí la distribución de ayuda es una gota de agua en un océano.
Como también lo es para Lagos y sus 20 millones de habitantes, sobre todo ahora que el país ha entrado en recesión por segunda vez en cuatro años.
Nigeria empezaba a salir a flote después la caída en 2016 del precio del oro negro, del que depende su economía.
Antes de la epidemia, la tasa de desempleo juvenil ya era del 40%.
En todo Makoko, los muros decrépitos están llenos de números de teléfono escritos con tiza: "En busca de trabajo, 2.500 nairas al día", es decir menos de 7,3 dólares (6 euros), se lee en uno de ellos.