Escasez y malnutrición en algunos países, abundancia y obesidad en otros. Antes de la asamblea de la ONU en septiembre, el Foro de Davos se propuso intentar reparar los "sistemas alimentarios" mundiales, fragilizados por la pandemia y el cambio climático.
El Foro Económico Mundial de Davos, que se celebra de forma virtual este año, reunió a ministros de Agricultura, diplomáticos y otros responsables encargados de la lucha contra el hambre en el mundo.
Equilibrar la oferta y la demanda, la ecuación es bien conocida, pero se ha vuelto más compleja con la epidemia de covid-19.
Actualmente, 2.000 millones de personas en el mundo no comen lo suficiente o se alimentan mal. Y el planeta tendrá que alimentar a 2.000 millones de bocas más en 2050 (9.700 millones de personas previstas en la Tierra para esa fecha) y, al mismo tiempo, detener la destrucción de sus recursos y espacios naturales.
Se considera que la producción de alimentos es responsable de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, de una buena parte de la deforestación y de la pérdida de biodiversidad. Además, el 30% de los alimentos producidos se pierde o se desperdicia.
Y ahora las cadenas logísticas de suministro son puestas a prueba por la pandemia: se han cerrado puertos, mataderos, fábricas o fronteras, y se ha frenado el movimiento de los trabajadores agrícolas.
Riesgo de "hambruna masiva"
En una mesa redonda con otros líderes, el primer ministro holandés, Mark Rutte, abogó por la innovación y la agricultura de precisión mediante satélites y bases de datos. Según él, la cumbre de la ONU prevista para septiembre sobre el tema será "un punto de inflexión".
Holanda registrará todas las innovaciones locales que facilitarán las asociaciones con el sector privado, dijo.
"Las técnicas utilizadas en las montañas de Siria o Afganistán no necesariamente funcionarán en Níger, Mali o Burkina Faso", advirtió no obstante David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos (PMA), la agencia de la ONU responsable de la ayuda humanitaria de emergencia, que recientemente recibió el Premio Nobel de la Paz.
Beasley llamó a los gigantes de la agroindustria a proporcionar asistencia y tecnología, y a "integrar" a los pequeños agricultores, sin desplazarlos de sus tierras.
"Más de 600 millones de explotaciones agrícolas en todo el mundo están a cargo de familias o pueblos indígenas", recordó Amina Mohammed, vicesecretaria general de las Naciones Unidas. "Al mismo tiempo, apenas el 1% de las explotaciones utiliza más del 70% de la superficie agrícola disponible", añadió.
Uno de los retos es "reconfigurar" el uso de la tierra agrícola en el planeta, dijo.
Si no se hace nada, "vamos a tener hambrunas masivas, países desestabilizados y migraciones masivas", advirtió Beasley.
Dar un precio al carbono
Lejos de la agricultura campesina, Jeffrey Lu Minfang, director general del principal grupo lácteo chino, China Mengniu Dairy, dio un ejemplo de agricultura globalizada, masiva y modelada por ordenador en tiempo real.
"Producimos nueve millones de toneladas de productos agrícolas cada año (...) conocemos el estado de salud de cada vaca, sabemos cuánto come, bebe y produce cada una. El análisis de los datos ha permitido reducir en un 25% el volumen de alimentos para el ganado", aseguró.
Wiebe Draijer, director general del Rabobank, una entidad bancaria holandesa, subrayó la necesidad "urgente" de "poner un precio" al carbono para poder pagar los servicios que presta la agricultura al clima o a los Estados que, como Costa Rica, se han comprometido en la conservación de la biodiversidad.
"El mundo necesita un sistema que haga de puente", dijo, y pidió la creación "urgente" de un "banco de carbono".