Las tropas estadounidenses intensificaron el martes las evacuaciones desde Afganistán después de que los talibanes advirtieran que solo permitirían continuar este tipo de operaciones una semana más, un plazo considerado insuficiente por varios países occidentales.
Este martes, durante una cumbre virtual del G7 dedicada a Afganistán, el Reino Unido, que preside actualmente el grupo, y otros aliados insistirán a Estados Unidos en la necesidad de prorrogar la fecha límite del 31 de agosto para poder evacuar a todas las personas que necesitan salir del país.
El presidente estadounidense, Joe Biden, quiere mantener la fecha prevista, pero también se ve presionado por las imágenes de miles de afganos desesperados y aterrados que esperan en el aeropuerto de Kabul un vuelo humanitario que les permita alejarse del régimen talibán.
Antes de la cumbre, el ministro de Defensa británico, Ben Wallace, consideró "poco probable" que Washington acepte. Pero "vale seguramente la pena intentarlo y vamos a hacerlo", agregó a la cadena Sky News.
En palabras del ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, el plazo del 31 de agosto "no bastará" para evacuar "a todos los que se quiere hacer salir".
"La situación es francamente dramática y además cada día que pasa es peor, porque la gente es consciente de que se van acabando los plazos", abundó la ministra española de Defensa, Margarita Robles, en la radio Cadena Ser.
Francia anunció por su parte que si Estados Unidos retira todas sus tropas en el plazo previsto, los soldados franceses tendrán que poner fin a las evacuaciones el jueves, según un alto funcionario de la cancillería.
"Habría consecuencias"
Los talibanes, que pusieron fin a dos décadas de guerra con una ofensiva fulgurante que les hizo apoderarse de Kabul el 15 de agosto y controlar la mayoría del país, dijeron que el plazo del 31 de agosto, fecha en la que estaba prevista la retirada total de las tropas extranjeras, era una "línea roja".
"Si Estados Unidos o Reino Unido buscan más tiempo para continuar las evacuaciones, la respuesta es no (...) Habría consecuencias", advirtió el portavoz talibán Suhail Shaheen, para quien la presencia más allá del plazo acordado sería "extender la ocupación".
Hasta el momento, unas 50.000 personas han sido evacuadas del país desde el aeropuerto de Kabul desde el 14 de agosto, la mayoría de ellas en vuelos militares estadounidenses, según cifras de Washington. Solo el lunes salieron de Kabul 16.000 personas en vuelos de diferentes países, informó el Pentágono.
Pero una multitud sigue congregada fuera del aeropuerto esperando la oportunidad de salir. Muchos de ellos temen que los talibanes vuelvan a instaurar el mismo régimen fundamentalista y brutal que imperó mientras estuvieron en el poder, entre 1996 y 2001.
Además, aquellos ciudadanos que trabajaron para gobiernos o empresas extranjeras en los últimos años, artistas o aquellas personas que defendieron la apertura del país y los derechos de mujeres o minorías, saben que son blancos de los extremistas.
El lunes, un guardia afgano murió y otros tres resultaron heridos en tiroteos en el aeropuerto. Además, una decena de personas han fallecido en circunstancias poco claras, durante estas operaciones de evacuación.
"Son los mismos"
"Los talibanes son los mismos de hace 20 años", sostuvo Nilofar Bayat, activista de los derechos de la mujer y excapitana del equipo afgano de baloncesto en silla de ruedas que huyó a España.
Este martes, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, advirtió que el trato que los talibanes reserven a las mujeres, especialmente en lo relativo a su derecho a la educación, representará una "línea roja".
Bachelet, que a principios de agosto había mencionado "informes que mostraban violaciones que podrían constituir crímenes de guerra" en Afganistán, subrayó este martes que había recibido "informaciones creíbles sobre graves violaciones del derecho humanitario internacional y ataques contra los derechos humanos en numerosas zonas bajo control talibán".
El movimiento, que trabaja en la formación de un nuevo gobierno, asegura haber cambiado con respecto a hace 20 años, e incluso declaró una amnistía para las fuerzas y funcionarios del gobierno saliente.
Pero un informe de un grupo de expertos de la ONU publicado la semana pasada concluyó que los islamistas van de "puerta por puerta" buscando gente que trabajó con el antiguo gobierno o las tropas internacionales.
Los fundamentalistas han impuesto cierta calma en la capital, donde patrullan las calles, pero el miedo sigue presente y muchos ciudadanos, sobre todo mujeres, no se arriesgan a salir.
Un nucleo de resistencia a los talibanes persiste en el valle del Panshir, al noreste de Kabul, llamado el Frente Nacional de Resistencia (FNR). Está liderado por Ahmad Masud, hijo del célebre comandante Masud, asesinado en 2001, y por Amrullah Saleh, vicepresidente del gobierno derrocado.
El lunes, los talibanes afirmaron que habían rodeado la zona de Panshir pero que preferían negociar antes que luchar. El portavoz del FNR, Ali Maisam Nazary, dijo a la AFP que se preparaba "un conflicto de larga duración" con los talibanes si no se lograba un "acuerdo para un sistema de gobierno descentralizado".
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