Representantes de decenas de grupos indígenas de Brasil se manifestaron y colorearon de rojo las calles de Brasilia, la capital, para denunciar por medio de la “sangre” el “genocidio” que denuncian se está produciendo en las reservas por la falta de acción, incluso colaboración del gobierno.
La marcha, que congregó el jueves a cientos de indígenas, algunos ataviados con sus ropas y coronas de plumas tradicionales, se produjo en el marco del Acampamento Tierra Libre, un evento que desde hace 15 años congrega a los pueblos tradicionales del país en la capital política para reivindicar derechos.
“Este rastro de ‘sangre’ […] representa toda la violencia impuesta por el Estado a los pueblos originarios de este país en la morosidad de la demarcación de nuestras tierras, entre otros ataques”, explicó el cacique Marcos Xukuru, del estado de Pernambuco.
Asociaciones de indígenas brasileñas y grupos de defensa de derechos humanos critican que desde la llegada de Michel Temer al poder en mayo de 216 no haya habido una sola homologación de tierras indígenas en un país que, a pesar de la protección constitucional, comienza a cuestionar la posibilidad de abrir las reservas para la exploración económica.
Asimismo denuncian el asesinato y amenazas a líderes indígenas, y los profundos recortes en personas y presupuesto en la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), el organismo que se encarga de lidiar con los pueblos originales.
“A pesar de esta coyuntura tan problemática, nosotros, pueblos indígenas, siempre vamos a resistir y luchar por nuestros derechos, como aprendimos con nuestros ancestros y guerreros”, agregó Xukuru.
Con una población de cerca de un millón de personas de decenas de etnias, los indígenas brasileños no tienen un solo representante político en el Parlamento.
Sin embargo, en octubre, la indígena Sonia Guajajara será candidata a la vicepresidencia del país junto con el líder de izquierda Guilherme Boulos, coordinador del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) y candidato presidencial del partido de izquierda PSOL.
Desde su llegada al poder, Temer es foco de críticas por sus decisiones sobre la Amazonía y las reservas de indígenas.
Grupos ecologistas y de la sociedad civil acusan al gobierno de aliarse a los lobbies agroindustriales para acometer una reducción masiva de las áreas de protección de la selva, con el objetivo de expandir las actividades económicas, lo que impacta no solo al medio ambiente sino también a los pueblos nativos de Brasil.
La mayor selva tropical del planeta, que ocupa más del 50 por ciento del territorio brasileño, ha sufrido en los últimos 30 años los efectos de esta tala acelerada y corte raso, que va sucedida muchas veces por la quema de los remanentes del bosque, para abrir áreas de pasto para el ganado bovino o la producción agrícola.
El corte raso de selva amazónica se situó entre agosto de 2016 y julio de 2017 en los seis mil 600 kilómetros, una caída del 16 por ciento respecto a los casi ocho mil del mismo período del año anterior, cuando el Amazonas brasileño tuvo su año más destructivo desde 2008.