/ martes 28 de enero de 2020

Inundaciones en Madagascar hunden a los habitantes en la miseria absoluta

Marovoay, Madagascar | AFP .- Solo agua hasta donde alcanza la vista. La semana pasada, unas lluvias torrenciales anegaron los arrozales, las calles y las casas en el noroeste de Madagascar, hundiendo en la más absoluta miseria a sus habitantes.

En el barrio de Tsimahajao, Marie Jeanne Sofia, de 38 años, lo ha perdido todo: su casa, sus cultivos y, lo que todavía es peor, todas sus reservas de alimentos.

"El agua se lo llevó todo. Nuestros cebúes y nuestra reserva de arroz fueron arrastrados por el agua. Los sillones, con las fundas de espuma, nuestra cama y también el colchón", dice suspirando. "Solo conseguimos salvar unos cuantos sacos de arroz".

Desde el viernes, esta madre de cuatro hijos no tiene más remedio que lanzar una red en la calle inundada con la esperanza de atrapar peces. Por ahora sin mucho éxito.

"Normalmente cuando pesco mucho, vendo pescado para poder comprar arroz y comer. Pero ahora solo tengo unos pocos -explica- así que me los voy a comer".

Las intensas lluvias que cayeron la semana pasada en la zona noroeste de la gran isla dejaron al menos 32 muertos, más de 120.000 damnificados y 15.000 desplazados, según el último balance de las autoridades.

Cada año, de octubre a marzo, esta isla pobre del océano Índico sufre períodos de lluvias torrenciales y tormentas tropicales cuya intensidad, según los científicos, aumenta debido al calentamiento global.

El gobierno ha decretado el estado de desastre nacional y movilizado a helicópteros y barcos para ayudar a las víctimas.

- "No nos queda nada" -

Pero Marovoay, una ciudad de 20.000 habitantes, todavía sigue aislada del mundo. A nado o en una piragua, sus habitantes intentan rescatar lo que pueden de sus casas, bajo el agua.

"Lo más preciado que pudimos salvar fue nuestra cama, nuestras ollas y nuestros sacos de arroz, platos y cucharas", comenta Falimandimby Sambatra, un adolescente de 14 años, que sacó un mueble de su casa con un amigo.

"El agua se ha llevado toda nuestra comida", agrega. "No nos queda nada. Nada de comida, ni alojamiento".

Lo mismo le ha ocurrido a Romaine, una joven de 25 años. Las lluvias anegaron su casa de ladrillo recién construida y todo el material de su pequeño negocio de grabación de CD y fotocopias.

"Es la primera vez que nos pasa. Toda la casa se ha inundado, salvo el tejado", cuenta. "Esperamos ayuda, se lo suplico, sálvenos".

"La gente tiene problemas", constata el jefe del barrio, Razafindrakoto Patrice. "Casi todos los cultivos están destruidos. La gente no tiene trabajo", añade, "hacemos listas de siniestrados y las enviamos al Estado" para obtener ayuda.

"El Estado está movilizado para socorrer y apoyar a los habitantes", tuiteó el presidente Andry Rajoelina la semana pasada, prometiendo "comida (...), atención y medicamentos".

El viernes visitó Boeny y Betsiboka, otras ciudades bajo el agua, y se espera que este martes llegue a Marovoay.

str-pa/bed/sd/erl/zm


© Agence France-Presse

Marovoay, Madagascar | AFP .- Solo agua hasta donde alcanza la vista. La semana pasada, unas lluvias torrenciales anegaron los arrozales, las calles y las casas en el noroeste de Madagascar, hundiendo en la más absoluta miseria a sus habitantes.

En el barrio de Tsimahajao, Marie Jeanne Sofia, de 38 años, lo ha perdido todo: su casa, sus cultivos y, lo que todavía es peor, todas sus reservas de alimentos.

"El agua se lo llevó todo. Nuestros cebúes y nuestra reserva de arroz fueron arrastrados por el agua. Los sillones, con las fundas de espuma, nuestra cama y también el colchón", dice suspirando. "Solo conseguimos salvar unos cuantos sacos de arroz".

Desde el viernes, esta madre de cuatro hijos no tiene más remedio que lanzar una red en la calle inundada con la esperanza de atrapar peces. Por ahora sin mucho éxito.

"Normalmente cuando pesco mucho, vendo pescado para poder comprar arroz y comer. Pero ahora solo tengo unos pocos -explica- así que me los voy a comer".

Las intensas lluvias que cayeron la semana pasada en la zona noroeste de la gran isla dejaron al menos 32 muertos, más de 120.000 damnificados y 15.000 desplazados, según el último balance de las autoridades.

Cada año, de octubre a marzo, esta isla pobre del océano Índico sufre períodos de lluvias torrenciales y tormentas tropicales cuya intensidad, según los científicos, aumenta debido al calentamiento global.

El gobierno ha decretado el estado de desastre nacional y movilizado a helicópteros y barcos para ayudar a las víctimas.

- "No nos queda nada" -

Pero Marovoay, una ciudad de 20.000 habitantes, todavía sigue aislada del mundo. A nado o en una piragua, sus habitantes intentan rescatar lo que pueden de sus casas, bajo el agua.

"Lo más preciado que pudimos salvar fue nuestra cama, nuestras ollas y nuestros sacos de arroz, platos y cucharas", comenta Falimandimby Sambatra, un adolescente de 14 años, que sacó un mueble de su casa con un amigo.

"El agua se ha llevado toda nuestra comida", agrega. "No nos queda nada. Nada de comida, ni alojamiento".

Lo mismo le ha ocurrido a Romaine, una joven de 25 años. Las lluvias anegaron su casa de ladrillo recién construida y todo el material de su pequeño negocio de grabación de CD y fotocopias.

"Es la primera vez que nos pasa. Toda la casa se ha inundado, salvo el tejado", cuenta. "Esperamos ayuda, se lo suplico, sálvenos".

"La gente tiene problemas", constata el jefe del barrio, Razafindrakoto Patrice. "Casi todos los cultivos están destruidos. La gente no tiene trabajo", añade, "hacemos listas de siniestrados y las enviamos al Estado" para obtener ayuda.

"El Estado está movilizado para socorrer y apoyar a los habitantes", tuiteó el presidente Andry Rajoelina la semana pasada, prometiendo "comida (...), atención y medicamentos".

El viernes visitó Boeny y Betsiboka, otras ciudades bajo el agua, y se espera que este martes llegue a Marovoay.

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