En Birmania, la agresiva nueva ola de coronavirus ha encontrado los hospitales vacíos de personal sanitario, por lo que los voluntarios van casa por casa para llevarse el creciente número de personas que mueren en su cama.
Desde primeras horas de la mañana, el teléfono de Than Than Soe empieza a sonar con pedidos de familiares de los fallecidos en la capital comercial de Rangún.
Escribe el nombre, la dirección y el número de contacto de la víctima en un cuaderno y envía a un equipo a la vivienda.
"No descansamos", dice esta joven a la AFP en la ajetreada oficina de su grupo de voluntarios.
Cada día, "mi equipo recupera entre 30 y 40 cuerpos... Imagino que otros equipos harán lo mismo que el nuestro".
"A veces, hay dos fallecidos en una vivienda".
Los hospitales del país se han quedado sin médicos y pacientes debido a la larga huelga declarada en protesta contra el régimen militar que usurpó el poder en febrero.
La rabia por el golpe y el miedo de ser visto cooperando con el régimen mantiene a muchos alejados de los hospitales militares, lo que hace que los voluntarios se encarguen de llevar oxígeno a los enfermos y de trasladar a los muertos a los crematorios.
Sann Oo, que empezó trabajando como conductor voluntario en la primera ola que afectó a Birmania el pasado año, dice que una jornada laboral normal dura ahora al menos 13 horas.
"Solíamos enviar a los pacientes a los hospitales", dice a la AFP. "Preguntábamos a los pacientes a qué hospital querían ir!
"Pero ahora, cuando recibimos llamadas, preguntamos a qué cementerio" quieren que los llevemos.
Las autoridades anunciaron al menos 5.500 casos el sábado, un 50% más que a principios de mayo, pero los analistas barajan un número mucho mayor de infectados.
En la vivienda de una víctima, Sann Oo y el equipo colocan el cuerpo en una camilla, lo cubren con una sábana y bajan la angosta escalera de madera hasta la calle, donde está aparcado el vehículo que lo trasladará al crematorio. Otro voluntario toca el gong que utilizan los budistas en los ritos funerarios.
Cuando llegan al crematorio Kyi Su hay al menos otras ocho ambulancias esperando.
Las palabras "Transportista de muertos" adornan el parabrisas de uno de los vehículos.
"Solo m
alas noticias"
El personal sanitario que estuvo en primera línea de la respuesta al covid-19 antes del golpe ha sido blanco de represalias tras participar en las protestas contra el gobierno militar.
Responsables sanitarios, entre ellos el responsable el jefe del programa de vacunación birmano, han sido detenidos y otros han entrado en la clandestinidad para evitar ir al a cárcel.
La semana pasada, el gobierno militar pidió médicos y enfermeras voluntarios para luchar contra el covid, tras admitir que tenían "dificultades" para controlar el nuevo brote.
Menos de dos millones de personas han sido vacunadas en el país de 54 millones de habitantes.
Birmania debe recibir seis millones de dosis de China en las próximas semanas, pero muchos observadores estiman que será demasiado tarde y las autoridades buscan desesperadamente oxígeno en Tailandia y China, según la prensa estatal.
El relator especial de Naciones Unidas de derechos humanos en Birmania, Tom Andrews, advirtió la semana pasada que el país corre el riesgo de convertirse en un "Estado súper propagador de covid 19".
El equipo de Than Than Soe no se ha librado del virus: dos personas se han contagiado de las que una ha muerto.
"Lo único que se escucha son malas noticias", asegura.
"A veces, no quiero responder las llamadas". "No es porque no quiero cumplir mi deber (...) sino porque hay demasiado sufrimiento".